viernes, 19 de diciembre de 2008

Polonia

A la salida del cole de Héctor, hemos compartido camino con Dawid, un niño alto, muy inquieto, con los ojos azules. Su madre, creo que se llama Nina, es una mujer enorme, con los ojos igual de azules. Es polaca. Les he preguntado qué van a hacer en Navidad, si van a salir. Pensaba yo inocentemente en el retorno a su país, a ver a la familia, conjurando ese sueño navideño de los turrones Almendro, que vuelven a casa por Navidad, tan bonito.

La respuesta me ha conmovido. Dawid y su familia no vuelven a casa por Navidad, aparte de por el dinero, porque les resulta muy doloroso. La vuelta es muy difícil, y retomar después de nuevo la vida aquí, lejos de la familia, se les hace una cuesta arriba tremenda. Con su español tosco, han bastado un par de expresiones esbozadas para transmitir el dolor de vivir lejos de casa no por propia voluntad, sino por necesidad. Prefieren pasar las vacaciones aquí y sobrevellar el, sin duda, amargo momento de la Navidad nostálgica, que la enorme carga de volver a vivir una vez más la pérdida brusca de la compañía de la gente que amas, de la tierra que comprendes y donde te sientes en tu sitio.

Hay gente que tiene por patria el mundo, y que hace de cualquier lugar su casa, que vive en el desarraigo porque así siente su libertad, y que parte de nuevo cuando se nota esclavo de sus afectos. Pero otros no son así, y han de abandonar su sitio para buscar la vida lejos. La inmigración es un tema complejo y doloroso, pero a menudo se olvida este aspecto, el del inmigrante que no viene aquí por gusto, el que se deja el alma a medio mundo de distancia, el que daría gustoso la mitad de su paraíso conquistado por poder volver y vivir dignamente entre los suyos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

En las cuevas

Hubo un tiempo en la vida de mis padres, ya casados, con un hijo muy pequeño, en su vida de emigrantes rurales en Madrid, en que vivieron en una cueva. Cuando me enteré, me pareció escalofriante, tremendo. Pero ellos lo cuentan con total normalidad. La habían excavado ellos mismos, con sus propios picos y palas, y tenían sus habitaciones, sus puertas, sus comodidades, era un sitio limpio, habitable, no pasaban frío, aunque mi hermano casi no lo cuenta cuando se le cayó el techo encima. Pero no dejaba de ser un cueva, como vivían los hombres de la Edad de Piedra. Estaba situada en donde hoy circula el metro en la línea 5, entre Eugenia de Montijo y Aluche, en ese tramo al descubierto, pensadlo la próxima vez que paséis por allí. Se veía el cementerio y la cárcel, supongo.

No recuerdo haber visto ninguna fotografía de aquella época que me resulta imposible de imaginar. Es poco probable que exista alguna foto, no creo que tuvieran dinero para cámaras. Pero no deja de chocarme, el pensar que aquello fue en la generación familiar anterior a la mía. Yo, que he crecido sin que me falte de nada, que tengo un nivel de vida acomodado, acostumbrado a unos mínimos que incluye un coche, aire acondicionado, gas, electrodomésticos, y a unos mínimos "culturales" también, no estoy a más de un paso de una cueva, básica, primigenia.

Aquel niño que casi muere aplastado fue maestro, el friki que nacería años después, bibliotecario, el salto que se ha dado entre una generación y otra da el vértigo que se siente al contemplar dos mundos opuestos, pero que tienen como inicio la humildad y el esfuerzo de la casa robada a la dura tierra con las manos desnudas. Creo que nunca debo de perder esa valiosa perspectiva, creo que tengo la obligación de trasmitirla a H. y a A., que vienen detrás, y nada saben de humedades, de tierra pisada, de cuevas. Tengo que contárselo y esperar que estos tiempos tan negros que se vienen encima no signifiquen una vuelta literal o metafórica a las cuevas.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El tío Luis

Mi tío Luis, Flojeras, era alto, reseco, con las orejas enormes, muy feo. Yo le recuerdo siempre temblando. No me gustaba mucho que viniera a casa o ir de visita a la suya, porque decía chistes verdes que no entendía y usaba muchas palabrotas. Además, mis padres, otros tíos, hablaban muy mal de él. Bebía mucho, y les amargaba la vida a su mujer y a su hija. Si preguntabas en qué trabajaba, siempre salía la palabra chapuzas, y chapucero, lo que quería decir que se empleaba en reformas y obras, pero siempre sin declarar, bajo cuerda. Eso era ser chapucero. Fue esa una de las muchas razones de que se llevara fatal con su cuñado, mi padre.

Era un hijo de su tiempo, un español criado en la postguerra rural extremeña, azuzado por el hambre y la miseria, una orfandad temprana, obligado a la picaresca, echado demasiado pronto a una vida cruel y despiadada. Tenía esa mezcla tan ibérica de los hombres de la época de bravura y envalentonamiento opuesto el servilismo al señorito y la cobardía y miedo a perder lo poco que se tiene. En ese punto entra el vino, la cruz de los hombres de ese mundo primitivo y tosco, que se llevó por delante a unos cuantos de mis parientes. Un vino barato y malo, un vino de hartazgo y miseria. Por su abuso, mi tío, que era en resumen un hombre insignificante y con un punto de patetismo, pero que había sobrevivido a unos años durísimos de forma más o menos decente, se convertía en una especie de pequeño demonio desagradable y un tanto perverso.

A mí me gustaban sus historias del campo y de cuando hizo la mili en el Rif, que contaba con mucha gracia. Este mes de agosto pasado, un cáncer fugaz acabó con su vida. Vivió para ver dos nietos, y su única hija, a la que hizo la vida imposible en buena parte de su adolescencia, le cuidó en su rápida y fulminante decadencia. A veces la muerte tiene ese lado de sacrificio, de redención, que cura las heridas. Su muerte y su entierro me pillaron lejos, de vacaciones. Algo reciente me le ha traido a la memoria y me ha salido este texto; que sirva despedida y que descanse en paz.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Wikipedia

Soy adicto a Wikipedia. La uso a menudo por motivos auto-didácticos y rara vez me falla. La uso también bastante por motivos profesionales y no me ha dejado casi nunca en la estacada, a diferencia de la Britannica, por ejemplo. Es un magnífico punto de partida para una investigación. Mi experiencia con el uso de obras de referencia, que no es pequeña, me dice que no tiene más errores que otras obras de uso más prestigioso, y hay que leerla y usarla con la misma prudencia que otras obras.

Uso la versión en inglés, porque los artículos en español, mal que me pese, son bastante chapuceros. Lamentablemente, me pasa lo mismo con las obras de referencias más clásicas: las españolas fallan como un semáforo en día de lluvia.

Y adoro el hecho de que te presenten un artículo distinto al día, una "portada", que puede ser de cualquier tema. Y a veces le doy a ese botón de artículo aleatorio, que es estupendo para un amante empedernido del azar como un servidor. El conocimiento por el conocimiento, porque sí, desde la vida sexual del lagarto a los neutrinos.

Soy tan fan que el otro día en el desayuno pregunté a los colegas qué les parecería que la institución en la que trabajamos participara en la campaña de donación ahora misma en marcha, como medio de mantener este experimento sociológico de primer orden. Dos personas cuya opinión respeto mucho me pusieron objeciones que parecen bien fundamentadas: de tipo legal, al ser dinero público, y otra de más calado. Decía José Luis si al intervenir una institución, el Estado, el experimento perdería su libertad, porque todo lo que toca el Estado lo tiñe, lo tergiversa, o puede dar esa sensación. ¿Qué opinais, blogolectores?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Sin título 2

Un partido de fútbol jugado bajo la lluvia es lo más cercano a lo que debía sentir el caballero en el campo de batalla. ¡Cómo se mete uno en la refriega, cómo te abandonas al esfuerzo colectivo! Después duchita calentita, cervezas y raciones. De vuelta a casa, hace una noche de perros, se levanta niebla. En la carretera se ve poco, hay que ir despacio. Si habéis leído mis últimos desvaríos, os podréis imaginar lo que sigue: me encanta conducir en esas condiciones. Un poquito de música que te apetezca (cortesía esa noche de Death Cab for Cutie), y ya está: todo va bien, todo está coordinado, la vida funciona como un reloj. Es ese angelillo blanco que ronronea en la orejita, que te dice que reina el orden, que te arropa, y te sopla polvillo de estrellas en las pestañas.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sin título

En ninguna de mis lecturas de ciencia explican dónde vive ese demonio que te sopla en el alma esos súbitos y momentáneos momentos de tristeza inexplicable en los que quieres meterte bajo la cama y esperar a que pase. Ataca cuando estás sólo, se ayuda de algún nimio acontecimiento como palanca, y de repente, el sol sale y te parece triste, pierdes el autobús y es tristísimo, sube el café y es tremendo, pasa un camión y quieres que acabe esa música, que paren esas ganas de ver algo horrible y llorar de verdad. Y cinco minutos después, el diablo verde y enano, ese trasgo grotesco se va a buscar otras orejas, y todo sigue igual y nunca pasa nada.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Dumbo

El segundo acercamiento a las películas de Disney ha sido para Dumbo. Esta película recuerdo que era la única de las clásicas que ponían en la tele gratuita (y sigue siendo, no sé por qué). De pequeño la tenía un poco de manía porque lo pasaba muy mal con el tema de la madre encerrada, o eso de que todos se rieran de Dumbo (el friki que nacía en mí no se aceptaba a sí mismo, y luchaba por integrarse un poco).

Después de verla con Héctor una docena de veces o así, llego a la conclusión de que es una película rara, la verdad. Una historia bastante rocambolesca: un elefantito con las orejas enormes (los elefantes ya tienen las orejas enormes todos, es como una jirafa con el cuello muy largo), que se salva de ser un marginado porque aprende a volar. Intentad verlo como si lo escucharáis por primera vez: un punto rarito sí tiene la cosa.

Pero es que la película esta llenita de elementos un tanto misteriosos que le dan un toque abstracto: sólo unos pocos animales parecen tener la facultad de hablar y pensar como humanos, el misterioso silencio de la madre de Dumbo y el propio Dumbo, cuando el resto de las elefantas son unas cotorras. La mayoría de los humanos aparecen con las caras sin detalle: sin ojos, cara, solo el contorno, por no mencionar la famosísima cogorza que se cogen el ratón vestido de domador de leones y Dumbo, que es un viaje lisérgico 20 años antes de Woodstock y todo aquello.

En fin, a mi chico le encanta, le impresiona eso de la madre de Dumbo en la cárcel, lo flipa con los elefantes rosas de la citada borrachera, y los payasos (que son siniestros, como todos los payasos) yo creo que le dan un poco de cosica.

Pero la música sigue siendo estupenda, eso sí.

martes, 28 de octubre de 2008

El Gato Mortal ha muerto

Una de mis aficiones de mi infancia fueron los comics de superhéroes Marvel, con los que crecí y aprendí a leer. Tuve una colección bastante apreciable de tebeos, que releí cientos de veces. Hacía varias colecciones, y también compraba retrospectivamente, en el Rastro, cuando te podías llevar con veinte duros 4 o 5 tebeos tranquilamente. Los comics Marvel aportaron mucho al mundo del cómic de superhéroes. Los que había antes (Superman, Batman...) se limitaban a repetir durante cientos de números el mismo esquema una y otra vez. Marvel introdujo la evolución en los personajes, y los hizo más humanos. Los superhérores de Marvel sufrían: no llegaban a fin de mes (Spiderman), tenían grandes complejos de culpa (Spiderman, Mr. Fantástico), problemas con el alcohol (Iron Man), complejos de inferioridad (La Cosa), frecuentes problemas de identidad (Hulk) y todos soportaban el gran peso de la responsabilidad. Los lectores de sus aventuras, por descontado, sufríamos con ellos, y no sólo por el supervillano de turno, sino por ver cómo sus vidas se iban hundiendo poco a poco. Luego Marvel perdió el rumbo, y fue ampliamente superado por compañías rivales, más pequeñas pero más audaces. Y con el tiempo, abandoné su lectura.

Y por supuesto, mientras devoraba tebeos, cree mi propio personaje: el Gato Mortal. Con un dibujo pésimo (nunca fue lo mío), el Gato fue evolucionando, fue sufriendo, y sus aventuras, al mismo tiempo que los colores y los trazos, se fueron haciendo más oscuros, reflejando mis primeras neuras de aquellos tiempos. No era difícil rastrear en aquellas últimas aventuras mis incipientes problemas de incomunicación e inseguridad, miedo a la muerte, en fin, esas cosas que hacen de la adolescencia una época única, llena de vida y sufrimiento. Dejé de dibujarlo cuando me estaba poniendo bastante solemne y muermo.

Pero el Gato Mortal no ha superado su última batalla y su último villano: el expurgo salvaje, espontáneo e incontrolado de mi padre que, queriendo hacer sitio, mezcló en el mismo saco papeles viejos, apuntes, revistas antiguas, tebeos, y los tres cuadernos del Gato Mortal, perdidos para siempre. No estoy enfadado con él ni mucho menos, llevaba sin releerlos mucho tiempo, ni siquiera se me había ocurrido traerlos a mi nueva casa, pero la noticia de su irreparable destrucción me ha ocasionado un agujerito incómodo, una leve sensación de pérdida, el sentimiento de que allá lejos, hemos matado al más grande héroe de todos los tiempos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Claustrofílico y extremófilo

Acabo de volver de la calle. Hace un frío de mil demonios. Escribo hoy para contar una de mis excentricidades. Salí hace un rato a comprar el pan. Tenía que sacar dinero, pero con la excusa del frío y de no ir bien abrigado lo ha dejado para la noche, cuando salgo a tirar la basura. En realidad, me moría de ganas de salir a la calle en esta noche de perros, en la noche oscura y en el desierto páramo que es mi barrio. No lo puedo evitar: me encanta esa sensación, la de ser el último hombre vivo o algo así. De igual modo no encuentro explicación por mi claustrofilia: me gustan los espacios cerrados, pequeños, aislados. Mi rincón favorito de la BN es un sitio en los depósitos de revistas donde se llega tras hacer unos requiebros. Allí nunca pasa nadie, hay un silencio enloquecedor, y sólo hay cajas vacías, estantarías llenas de polvo y algunas pocas revistas de poquísimo interés. Me gusta la sensación de estar en la esquina, en el último lugar posible antes del abismo. Cuando voy al mar, busco la roca más apartada para subirme, el último rincón antes del mar interminable. ¿Será por eso que me encantan las islas, que me muero por conocer la isla del Hierro o la de Pascua, o de que haya mirado viajes a la Antártida (Am. dice que ni loca, ¿alguien se apunta?)?

Este es mi caso, doctor. Una de mis lectoras ocasionales, es titulada en Psicología, y me consta que ejerce, escondida tras sus gafas. ¿Podrías decirme a qué se debe que cuando voy a la montaña, siempre tenga que buscar un momento para perderme en soledad por el bosque, si es de noche mejor??

P.D.: Una recomendación musical. Un grupo español, de esos que acaba de empezar, pero ya con bastantes seguidores, de pop-rock. Sobre todo destacable por la personal voz de su cantante. El grupo se llama Vetusta Morla, y podéis descargar su primer disco, gratis, legalmente, en su web. EL resto que han sacado los podéis comprar o lo que haría J.L., el corsario. Soy consciente de que recomendar un grupo poco conocido español no hará sino aumentar mi carácter de friki que me otorga SSS, pero qué le vamos a hacer.

jueves, 16 de octubre de 2008

Una burbuja en mi jardín

Escucho en la radio, leo en los periódicos, en mi propia cabeza, quejas sobre el hecho de que los gobiernos salgan a salvar instituciones financieras en estado de quiebra, y desembolsar millones a costa del erario público para reflotar estas compañías. Las quejas vienen porque todos los gobiernos se han puesto de acuerdo rápidamente, y no son capaces en cambio, de desembolsar el dinero suficiente, que es muchísimo menor (ignoro cómo se han hecho los cálculos), para, por ejemplo, erradicar el hambre en el mundo, vacunar a millones de niños, etcétera. Por otro lado, también es lícito protestar porque vamos a salvar a las instituciones que con su mala actuación, mala gestión, o avaricia, nos han metido en esta profunda crisis. Todo esto es cierto.

Pero aquí ha habido una burbuja como la copa de un pino. Y las burbujas, desde el año 29, tienen un denominador común: se alimenta entre todos, es un monstruo al que se da de comer cada día, hasta que te das cuenta que no cabe en el armario, y lo metes en otro más grande. Quien más o menos ha jugado con la idea de tener un piso como inversión, de obtener una segunda vivienda, para alquilarla, y cosas así. Ya conté una vez mis opiniones sobre ello. A lo que voy. Este monstruo lo hemos creado entre todos, y el que esté libre de pecado, que tire el primer ladrillo.

viernes, 10 de octubre de 2008

Breves

Ya se acabaron las vacaciones. En contra de lo que se dice, las vacaciones rara vez suponen descanso. Y más, cuando se tienen niños. Así que vuelvo a descansar al trabajo. Pero un curso intensivo, un tribunal y el trabajo atrasado no me dejan tiempo ni para mirar el blog.





Los niños han empezado el cole y la guardería, respectivamente. Están cambiando cada día. Héctor está empezando a experimentar con la rebeldía y el "No quiero". A Ana le están saliendo, junto con los dientes, sus primeros sentimientos, que son transparentes: los celos, el desamparo, la alegría del reencuentro, el deseo y la frustración....




Ha empezado ya el resto de nuestra vida, que es ordenarnos la vida para ir corriendo de un lado a otro y que todo encaje, estar a una hora en determinado sitio, hacer coincidir nuestros horarios. Por la mañana sincronizamos los relojes y vivimos pendientes de lo que se retrasa el tren, de la media hora que me sobra para ir a comprar cualquier cosa. Echo de menos mis paseos desengrasantes por el Retiro, y mis rutinas anteriores. Ahora he aprendido a maldecir a la Renfe, a evitar pisotones, pero puedo leer en el transporte. Habrá que acostumbrarse.





Estoy leyendo un mamotreto de mil y pico páginas sobre el frente ruso de la Segunda Guerra Mundial. Cuando abro el libro en el tren, ya no estoy allí, estoy en otro sitio, es un viaje espeluznante, un libro que te araña y golpea, diverso, emocionante, sobrecogedor. Una experiencia necesaria. "Vida y destino" de Vassili Grossman.






Este año tu cumpleaños ha salido perfecto. Te quedaste a cuadros con el Scala Dei, que ha ganado por goleada a Nintendo y a Joss Whedon. Te salieron colorines por la cara, y la sonrisa sin sentido tardó mucho en borrarse. A ver cuando la abrimos.





He descubierto para mi sorpresa que cuento con una pequeña comunidad de lectoras anónimas y entusiastas de mis desvaríos, lo que me causa vergüencilla, orgullo y un puntín de presión en una propoción de 40%, 30% y 30%, respectivamente. Vaya este conjunto de retales dedicado para ellas.




Ah, y además la parte de la especie humana que más me gusta y más aprecio va a perpetuarse por segunda vez. Enhorabuena con todo nuestro cariño. Nos vemos en la tele.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Al centro comercial!!!

Cuando yo tenía 14 o 15 años, los centros comerciales acababan de desembarcar en Madrid, y se podían contar con los dedos de una mano. No se parecían en nada a los que hay hoy, era el hipercor de turno y se acabó, un par de restaurantes si acaso. Los padres de mi amigo de la infancia Jose (que ya no sé por dónde anda, lamentablemente), se llevaban a sus hijos a pasar el día al centro comercial. A mí me parecía una cosa un poco horrorosa eso de pasar el día allí porque sí, una especie de esnobismo provinciano o algo así.

Pero hete aquí, 20 años después, que estoy tan contento de haber descubierto un centro comercial con muchas cosas para los niños, parques, atracciones, actividades, etc., con muchos restaurantes, tiendas en rebajas, una tienda de animales que a Héctor le encanta. Un megacentro de los que se hacen hoy, pensados hasta el detalle para familias. O sea, "¡vámonos a pasar el día al centro comercial!!". (A ver, con reservas, no todo el día, un buen rato, comemos por allí, y ya de paso miramos la ropita de la niña, la lámpara para el salón...., esas cosillas).

Moraleja de toda esta historia: nunca censures, no menosprecies, no subestimes, no te sobrevalores, no te creas por encima de nada, que el día menos pensado te encontrarás con que eres el objeto de tus propias burlas.

Por cierto, que me voy de vacaciones un buen rato, y como los superprofesionales de la construcción y la telefonía así lo quieren, sigo sin teléfono y sin Internet. Por lo que os doy permiso momentáneo para ver otros blogs. Pero volved, por favor, que no me gusta hablar solo. Un beso.

viernes, 29 de agosto de 2008

Una película


A veces una película te encanta a medida que la estás viendo, y estás en estado de agradecimiento perpetuo hasta que acaba. Pero a veces no te das cuenta de cuánto te ha impactado una película hasta unos días después de haberla visto, cuando las escenas se resisten a abandonar tu cabeza, y cuando te pones a pensar en lo que has visto y a darle vueltas. Es lo que me está pasando con "Brokeback Mountain", que vi hará una semana. Confieso que tenía un prejuicio en contra de la pelicula, porque a priori no me interesaba demasiado el asunto. Pero la nitidez con la que me vuelven algunas escenas a la cabeza, y el regusto en paladear los entresijos de esta peli son señal de que me ha gustado mucho.

Y lo curioso es que lo que más me molestaba cuando estaba viendo la película (la sensación de no saber qué es lo que están pensando y sintiendo los personajes acerca de lo que les está pasando), ahora es lo que más me gusta, porque creo que es una película para pensarla a posteriori, que está contada como a brochazos, y que exige del espectador que reflexione y que componga la historia, si no quiere quedarse en la epidermis de esta simple y tremenda historia de amor.

Porque esta historia de amor frustrada, de dos personajes que viven una vida inventada y que no les pertenece, que tienen una existencia falsa fuera del amor prohibido y fugaz que compartieron en un momento y en lugar dado, es transportable a cualquier situación en la que dos personas no pueden realizar un posible amor porque la situación social lo impide (Romeo y Julieta), o porque viven vidas muy distintas, extrañas, o demasiado consolidadas para vivir una historia de amor (como en Breve Encuentro).

La película está narrada con distancia, huyendo del melodrama, de forma que pese a que las escenas rodadas en unos preciosos y solitarios exteriores (en Canadá, según parece) son muy llamativas, son las situadas en interiores las que resultan más impactantes, rodadas con una economía y una austeridad poco frecuentes en el cine americano. Por cierto, la parte final es impresionante, emocionante, te deja la boca seca, y los ojos húmedos.

martes, 19 de agosto de 2008

Otra de Los Planetas

Hoy os presento otra letra de Los Planetas. Esta se titula "Nunca me entero de nada", pertenece a su penúltimo disco, "La ley de la gravedad". Es una mis canciones favoritas de Los Planetas, de esas que crean una especie de mundo propio. A ello contribuye J, el cantante, que pone voz como de despiste, como de llegar tarde, como de necesitar un tiempo que no tienes para comprender lo que pasa a tu alrededor. Creo que hace una interpretación fantástica sobre la habitual compleja orquestación de este grupo, barroco y psicodélico como pocos. El motivo de poner esta canción es que la fuimos escuchando camino de Tarragona, y mi traicionera compañera de destino dice que me describe perfectamente; la verdad es que ese estado de semiinconscencia en el que no eres capaz de asir nada, en el que todo te pasa y tienes la sensación de vivir con retraso me es muy familiar. Sí, si, esa sensación de ser como un genio despistado, pero que no tienes nada nada de genio. Ala, pues para todos los que también se han sentido así, pero sin tristezas ni depresiones, con resignación, va este temazo:

Cuando por la tarde te dije
que en realidad no pasaba nada,
tuve que bajar la cabeza
para evitar tu mirada.
Y mi vida sería más sencilla
si consiguiera explicar lo que pasa,
no tendria que estar de rodillas
suplicando las palabras.
Que las cosas cuando se estropean
es muy difícil arreglarlas,
lo que hoy te trae de cabeza
se habrá pasado mañana.
Tiraste una piedra en el agua
y vi las ondas que se acercaban
pero nunca escucho, nunca atiendo,
nunca me entero de nada.

El día que nos fuimos al bosque
con tu caja de trucos de magia
enseguida se hizo de noche
y tú dijiste que te quedabas.
Yo era joven y fuerte entonces
y no sabia lo que me esperaba,
pero recuerdo que prometiste
que ibas a estar por la mañana.
La próxima vez que te vea
no va a servirte la misma trampa
y tendrás que hacerte a la idea
de que lo nuestro no se acaba.
Lo vi en una de esas películas
de las que a ti tanto te gustaban
pero nunca escucho, nunca aprendo,
no sé que pasa que nunca me entero de nada.


P.D.: Todo esto significa que he vuelto de vacaciones. Hola a todos.
P.D. II: A José Luis le digo, aunque le parezca increíble, que tengo los discos originales, tanto éste como el de la otra letra, así que el supuesto delito del que me acusa casi casi no existe.

jueves, 31 de julio de 2008

Los sentidos de vacaciones y el moco marino

A mí no sé qué me pasa últimamente, que me voy de vacaciones por tandas. El último que se va es el cuerpo, pero unos días antes se va el espíritu, y unas semanas antes, los que
se piran son los sentidos. Cuando voy a ir al mar, al fin el mar, (dice mi astróloga particular Alejandrappel que es muy habitual entre los nacidos en mi signo una especial relación con el mar), lo que me ocurre es que unas semanas antes mis sentidos ya están como recreando lo que sentirán próximamente. El oído parece escuchar por las noches el ruido de las olas, la vista parece que aprecia calima en el horizonte, a veces viene un salor salado al paladar, la calidad de la brisa se hace como pegajosa y azul, pero el que más fuerte pisa es el olfato.
Yo me tiro días oliendo a sal, a esa esencia como ancestral y penetrante del mar, huelo a cremas
para el sol... Pero lo del otro día fue un expediente X. Lo que me salió fue un moco marino, ya sabéis, como esos mocos que salen después de un baño en el mar, en el que devuelves el agua y la sal que te ha entrado. No voy a decir que el moco sabía a sal, porque no lo probé, pero sí que me dejó un regustillo sabrosón en el paladar.

Bueno, yo me uniré a mis sentidos y a mi espíritu en la Costa Daurada esa mañanita viernes. Los que os quedáis por aquí, llevarlo con dignidad, y a los que ya no os veo hasta dentro de mucho,
que disfrutéis como enanos. Un besazo.

miércoles, 9 de julio de 2008

El afilador, la pesetera y la frixia

Ayer cuando fui a buscar a Héctor vi un afilador en la calle. A la sombrita, con su bicicleta con motor, un maletín abierto con sus limas. El hombre, mayor pero en buena forma, estaba dale que te pego sacándole el alma a un cuchillo. Una chiquilla estaba en el suelo, conversando con él; la niña llevaba uniforme de colegio y tenía el pelo largo, lo que le daba cierto aire antiguo. Fue como ver una foto en blanco y negro, en pleno barrio de Retiro. En mi barrio venía el afilador, con una moto, y tocaba con una armónica una melodía de esas que ya se te quedan en la cabeza para siempre.

Esa misma tarde, para ir desde el taller hasta la casa de mis padres, cogí el autobús 139, que hace el recorrido que antes hacía otro de los iconos de mi infancia, la pesetera. Era una camioneta en el sentido postguerra de la palabra, ya era una reliquia cuando yo era chiquitín, de color azul cielo, muy ancha, con un carraspeo en el motor muy característico, que también es otro de esos sonidos de la infancia. Tenía una palanca de cambios larguísima que acababa en una especie de caja enorme forrada de un papel pintado de colores. Otra de sus entrañables características era que las paradas no estaban señalizadas por ningún cartel, con lo que si no eras del barrio no tenías ni idea de dónde paraba ni de que existiera. Por no tener, no tenía ni número, ni nombre. Era la pesetera y punto.

Para terminar el viaje en el tiempo, tomé un tazón enorme de café con leche, de los que sólo mi madre pone, y que sabe riquísimo. Hablando de no se qué de la leche, mi madre recordó que nosotros siempre tomábamos frixia concentrada, que venía en unos extraños botes de plástico, y que había que hacer mezclándola con 3 partes de agua y removiendo después. Daba un poco de miedo, porque mi madre nos advertía de que no se podía tomar directamente, porque te ponías muy malito. Pero ese bote extraño patiforme es otro de los símbolos de la infancia perdida.

De nuevo otro viaje a mi antiguo barrio resulta en una vuelta a la infancia a través de los sentidos más básicos: sonidos, olores, símbolos.

jueves, 3 de julio de 2008

Millones de ejemplares

Hoy he visto dos portadas de dos de esos diarios gratuitos en los que se jactaban con grandes numerazos de los millones de ejemplares que distribuyen. ¡El más leído!, ¡Seguimos creciendo!. Pero vamos a ver, me pregunto yo. ¿Dónde está el mérito de distribuir más ejemplares o ser el más leído si el periódico es gratuito? Queridos señores gratuitos: no me sean fantasmas, si me toca el bote del euromillón, lo invierto todo en editar una mierda pinchada un palo gratuita y les gano en número de ejemplares.

Y respecto a lo de más leído. ¿Cómo se suponen que obtienen el dato? ¿Es que hay alguien que me sigue cuando me dan un periódico, a ver si me lo leo o lo uso para hacer piraguas? ¿Es que de verdad piensan que los recolectores de diarios gratuitos ejercen el libre y democrático derecho de seleccionar entre varios productos? ¿Es que no se paran a pensar que si te dan gratis un salero sin agujeros vas y lo coges? Si es gratis.

En fin, lo que hay que ver. Que paséis un buen día y disfrutad del solecito que es gratis.

miércoles, 25 de junio de 2008

La cara de Niki Lauda

Aprovecho dos minutos que no tengo libres para pegar esta canción de mi grupo nacional favorito, Los Planetas. Se llama La cara de Niki Lauda, pertenece a su disco Unidad de Desplazamiento, de hace unos añitos. He vuelto a "recuperar" este disco, y he re-descubierto esta cancioncilla, que es una canción de amor estilo Los Planetas, es decir, muy indirecta, con un toque humorístico ligero, y algo de amargura. Al cantante de Los Planetas se le entiende muy mal, y por eso tienes que abstraerte mucho para entender qué es lo que dice. Pero es genial esta historia de abandono ciego al volante, de amor hasta la muerte entre los camiones. Hasta luego:

Ese viaje que hicimos
no lo voy a poder olvidar.
Pasan imágenes por mi cabeza
que apenas me dejan estar.

Tú te pusiste delante,
dijiste que ibas a conducir,
con una sonrisa tan grande
que no pude más que sonreír.

Todo el camino esquivando camiones,
mi corazón se iba a salir
cada vez que te volvías a mirar hacia mí.


Me preguntaste si estaba asustado,
y yo no sabía que decir,
sólo pensaba que no me importaba morir.

Latas vacías de cerveza
se apilaban en el asiento de atrás,
hasta la próxima gasolinera
donde parar a por más.

No me preguntes si te echo de menos
porque no podría mentir,
pero he traído un regalo
que puedes oír,
que te haga sentir
lo que siento yo aquí.

jueves, 12 de junio de 2008

Isula

Dice mi colega bloguera Blanca, que su relación con ciertas personas se puede acompañar con una banda sonora. No sé muy bien si quiere decir que esa persona le recuerda a una canción o si es su tipo de amistad a lo que se le puede poner banda sonora. En el caso de mi colega Isula, que nunca creo que sepa ni lea este blog, puedo decir que cuando la veo o pienso en ella viene una música. Cuando Isula aparece, suena al fondo esa música hippie de los sesenta, así como cadenciosa e hipnótica, una de esas introducciones de los Doors, el inicio de Strawberry Fields de Los Beatles, o alguna de esas canciones interminables de los primeros discos de Bob Dylan.

Isula tiene los ojos azules y algo infantil en su sonrisa, pero tiene un pelo largo y rubio que parece como de otra época. Pertenece a una familia con aptitudes musicales, y sé que se reunen a cantar viejas canciones de la España de los setenta. Parece a veces como que sale de un sueño, de un buen sueño, como envuelta un poco en humo (¿en humo de marihuana?). Es tranquila en el hablar, agradable, sencilla, lo más alejado de la presuntuosidad que se pueda conocer. Aunque su vida ahora mismo está llena de problemas bastante gordos que a muchos de nosotros nos harían tambalearnos, su compañía es siempre placentera y te contagia esa parsimonia inquebrantable por la que los problemas se atacan de uno en uno y parecen siempre más sencillos de lo que son. Será filosofía de algún yogi maharishi de esos de los sesenta.

jueves, 5 de junio de 2008

Humor desubicado

¿No os pasa a veces que notáis que no estáis en la misma sintonía que el día en que estáis viviendo, que os cuesta hablar el mismo lenguaje que la gente que os rodea? Te levantas un día y ves que estás un paso por delante o por detrás que los demás, que vuestros comentarios llegan tarde y están descolocados y sobre todo que vuestro humor está desubicado. El chiste no lo entiende nadie, el tono no es el adecuado al momento, y por supuesto nadie se ríe, o lo que es peor, se ríen con esa mueca helada que intenta ser indulgente y lo que consigue es sentirte pésimo. En general, se puede decir que tienes un día desincronizado.

Menos mal que en el desayuno ha estado José Luis, y he hecho un poco de gimnasia verbal, mental y humorística (es un adversario notable y exigente), y ahora me siento un poco más en forma.

viernes, 23 de mayo de 2008

El fin del mundo está cerca

Otro viernes más, tengo un montón de temas interesantes y profundos de los que escribir, pero como no tengo tiempo, y telefónica se niega a darme línea, solo tengo un ratito para escribir sobre la última tontería curiosa.

Veréis. Coged una tarde que no llueva y acercaros al Retiro por la Puerta del Niño Jesús. Allí, en la salida, en una laderita, se reunen todos los gatos del Retiro. ¿Por qué? ¿Qué les motiva a reunirse allí? Ni idea, pero la última vez había allí concentrados unos 30 gatos, dispersos, unos tumbados, otros sentados, otros afilándose las garras en un arbolitom tdos como esperando algo. Unos cuantos viandantes nos paramos a comentar el suceso. Yo lo vengo observando cada vez que paso por allí desde hace un mes o así.

El gato es un animal de porte arrogante y confiado, de mirada misteriosa y penetrante. A veces parece que tiene la sabiduría de un viejo sabio bíblico. Me pregunto si todos los gatos no son sino un sólo gato, y es el mismo que adoraban los egipcios, que no ha muerto ni morirá nunca.

El caso es que a mí la visión me sugiere un cercano apocalipsis. Se reúnen los sabios y los espíritus esenciales de la historia y el tiempo, todos reencarnados en la figura del sombrío gato, porque el tiempo se acaba y el mundo tal y como lo conocemos va a cambiar. Así que arrepentíos, hermanos, porque el Gran Gato va a descender de Gatímedes para juzgarnos a todos. O eso, o es que están en celo y quedan para organizar unas orgías monumentales. ¿O será un botellón gatuno?

viernes, 16 de mayo de 2008

¿Cuál es tu verdadera cara?

Otra discretamente absurda reflexión para la última hora del viernes. Una querida amiga mía está siempre contenta, se ríe con generosidad al saludar, siempre está atenta a las bromas, que devuelve con agilidad de tenista. Sé, sabemos los dos mientras hablamos, que tiene un problema de esos de fondo, que le preocupa, no le pregunto, porque nuestra intimidad no es suficiente, pero me suelo enterar por otras fuentes indirectas, y ella sabe que lo sé. Pero no se nota nada en su jovial apariencia.

Me la encuentro por la calle un día, pero ella no me ve. Y decido no saludarla, para hacer un experimento: ver qué cara tiene cuando no está en sociedad, cuando no ríe. ¿Seguirá con jovialidad en su mirada? La expresión que tenía ese día no era de alegría, evidentemente (¿Por qué vas a ir riéndote por la calle tú solo?), tampoco de pesadumbre, era un lugar intermedio, una cara como si estuviera en la sombra, una expresión algo vacía. Puede ser que fuera con el piloto automático, sin pensar en nada. Entonces, yo me pregunto, ¿cuál es su cara? ¿qué expresión desnuda se le queda al final del día, antes de acostarse? ¿Qué comunican sus negros y enormes ojos, cuando no miran nada, allá en la almohada? ¿Es su cara sonriente la verdadera, o son todas verdaderas?

Hala, poned cara de fin de semana y a disfrutar.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Telegrama para Ale. (con un poco de peloteo)

Tenía otros asuntos para comentar aquí en este escaparate de disparates, pero no tengo mucho tiempo para escribir. Pero no puedo dejar pasar más días para mandar desde aquí un telegrama para Ale., recientemente operada y convaleciente en su espléndido sofá y en su amplia terraza. El que esto escribe y todos los que lo lean te mandan un caluroso abrazo.

Lo primero que te cautiva de Ale es su manera de escuchar. Yo creo que es la persona que he conocido que mejor lo hace. Le interesa de verdad lo que le cuentas, sabes que está analizando de verdad tu opinión, que la respeta y la almacena. Luego tiene ese aire que emana como una pereza estival, ese aroma de dulzura y de sosiego soñador que yo creo que exhala a través de las omnipresentes flores que, en en algun lugar o otro, lleva siempre en su vestimenta. A veces, cuando habla de algún tema lejano y antiguo, una nube lejana le empaña el iris, pero un parpadeo le devuelve la sonrisa franca y ligeramente pícara.

Porque estando y hablando contigo uno se siente más tranquilo y más feliz, porque has sido como una bomba pacifica, en una institución que necesita toda la paz y la alegría que le puedan traer, en suma, porque te queremos un montón por aquí, aguantaremos sin tu compañía como podamos, pero, por favor, ponte buena enseguida y vuelve con nosotros.

martes, 29 de abril de 2008

Batir de alas

El funcionamiento de la memoria es fascinante. Va completamente por libre, decide lo que conserva y lo que borra a su antojo. Ojalá pudiéramos decidir lo que queremos guardar y lo que no: quién no se ha lamentado de aquel interesantísimo artículo sobre algún tema, después de su lectura considerarse un experto en la materia, para unas semanas después no recordar absolutamente nada y volver a ser tan ignorante como antes. Y en cambio, algún dato absurdo persiste en la cabeza rondando. Pero la parte más extraña y maravillosa es la memoria sensorial y afectiva, esa que no recuerda exactamente un hecho concreto, sino miles de ellos, que condensa años de vida y sensaciones en un solo estremecimiento.

El desencadenante, como aquella magdalena de Proust ya tan famosa, es un objeto o suceso aparentemente sin importancia, que despierta un mago dormido en las cavernas sensoriales de la cabeza, y que está ligado íntimamente a lugares tan profundos de nuestro yo, que se escuchan removerse allá abajo oscuridades que tocan espacios tan íntimos que aún no tienen nombre. La memoria es un desierto polvoriento, y un ligero batir de alas levanta un torbellino que nos deja varios días pasmado, viviendo entre hoy y ayer, oliendo de nuevo rosas que marchitaron hace mucho tiempo.

jueves, 24 de abril de 2008

¿Un poco de dolor será bueno?

Bienvenidos a otra cita con mis desvaríos descontrolados. Hoy empiezo con una idea rara: un poco de dolor, un poco de incomodidad, un obstáculo leve, son necesarios para la felicidad, o una vía para sentirla. Tal peregrina ocurrencia me viene a la cabeza, porque hoy me encuentro bien. He estado unos días pachuchín con el estómago, con unos pinchazos horribles que me torturaban bastante. De ahí pasó a un sueño horrible y a un cansancio mental y físico muy pronunciado. Además, tenía la tensión alta. El estado de malestar general tiene consecuencias filosóficas imprevistas, y tu manera de ver las cosas y de ver la vida se ve alterada en breve espacio de tiempo. Donde antes veías espacios de esperanza hoy ves largos y agotadores caminos.

Pero hete aquí, que si la dolencia por fortuna es leve, y un poco de dieta y contención son suficientes para superarla, que te encuentras bien de la noche a la mañana. Y la alegría, la energía, y una preciosa mañana entran a raudales. Tienes como las puertas del alma y la mente abiertas de par en par, no encuentras freno al ingenio y a las ganas, y además te meas de la risa.

¿Será este el secreto que esconden los amantes del sadomasoquismo, una perversión de otro modo indescifrable para los no practicantes? ¿Será que el placer que encuentran en estas prácticas se halla no en el dolor, sino en el momento en el que al fin cesa? Caviladlo, veréis que tontería. Feliz jornada a todos. Os deseo, finalmente, un moderado dolor de estámogo a todos.

martes, 15 de abril de 2008

Hoy toca clase de economía

Detesto las crisis económicas. Cuando no era funcionario, porque peligraba el puesto de trabajo, y ahora que lo soy, porque me siento un poco culpable de esta red de seguridad, que nos permite seguir desarrolando este trabajo económicamente irrelevante al que me dedico. El trabajo de funcionario central está mal pagado, no es muy gratificante, tiene mala imagen y todo eso de que nos quejamos tanto mientras tomamos café, pero se nos olvida que pagándonos el café está un señor que gana lo justo y que vive con una espada invisible que le puede caer y hacer mucho daño. Con lo cual vive como puede, y no le queda ni el beneplácito de la queja confortable que tenemos nosotros. O si no, mirad lo que dice una nueva bloguera amiga mía.

Cada nueva crisis es especial y distinta y se puede contemplar desde puntos de vista muy lejanos al económico. Dejadme que desvaríe:

Economía humana. Hace mil años hice un curso de macroeconomía, muy interesante, de verdad. Allí nos explicaron algo que me dejó perplejo. Una de las variables más importante que definía el devenir de un país eran las expectativas, es decir, lo que la gente de la calle pensara de si las cosas iban mal o bien. Es ese sentimiento, informado o aleatorio, consciente o inconsciente, el que hace tambalear los cimientos de la economía. ¿Cómo si no se explica que un no se qué subprime de no sé qué cosa rara que hacen en las hipotecas de EEUU haya tumbado en tiempo record el sector de la construción español? Lo que pasa es que llevamos tanto tiempo diciendo que esto tiene que parar que el insconciente colectivo ha dicho: "ah, esto que ponen en la tele de las subprimas debe ser la hostia de malo". Y de repente todos nos hemos dado cuenta de que no podemos pagar los precios que nos piden por las casas, y los bancos han caído en la cuenta de que, además de pagar letras, nos tiene que sobrar algo de dinero para vivir.

Economía racional. Esta puñetera crisis que se va extendiendo por todos los sectores puede que tenga algo bueno: que la locura colectiva que nos hace ver como normal que los pisos cuesten 70 millones (una ganga), que nos hipotequemos hasta las cejas hasta 2 generaciones, y, sobre todo, que hasta el más tonto y humilde trabajador sueñe con comprar y vender pisos, que todo eso se cure y que empecemos otra vez a considerar todos un poco el concepto originario de "casa": sitio donde vivir, donde ser uno mismo, donde desarrollar ese lado íntimo que solo existe ahí, un lugar donde fundar una familia, una dinastía, y no un bien que gana con el tiempo y del que puedo sacar n veces su valor en tiempo record, e irme a otro piso, etc.... Que por fin dejemos de ver carteles y de oír a tu amigo de toda la vida decir que es una inversión. Una casa no es una maldita inversión, es un sitio para existir y cobijarse cuando hace mal tiempo. Coño

martes, 8 de abril de 2008

La plaza

Cuando tengo la oportunidad de pasear en solitario por el barrio de mi infancia, la melancolía entra al asalto. Los recuerdos de la infancia suelen concretarse en sensaciones más que en la reconstrucción de un hecho u otro. Sensaciones físicas con reflejos emocionales. Por eso el vértigo es más grande cuando con mis ojos de adulto constato la decadencia imparable, que raya en la decrepitud, en que viven las calles donde pasé mis primeros años.

Mi barrio está viejo. Los bloques, desordenados, como se construían allá en los ensanches de los 70, parecen pequeños. En los descampados, que aún sigue habiendo bastantes, donde yo jugaba al balón hoy crecen hierbas que nuestros pies no hubieran dejado nunca crecer. En mi antiguo barrio hay muchísimos más coches que cuando yo vivía allí, pero no hay niños. O al menos no están en la calle. El cole donde iban algunos de mis amigos ya no ejerce, pero los edificios continúan aún, con cristales rotos, y en las rajas del cemento de los patios, crecen unas hierbas insolentes que añaden aún más abandono.

Pero lo que más me impresiona son las tiendas cerradas. Lo que fueron pequeños establecimientos de ultramarinos, papelerías, tiendas de ropa, hoy están cerradas o son locutorios. Mi infancia ajetreada y tumultuosa está ahí, alrededor de esas tiendas y puestecillos de chucherías. Pero lo que más me impresionó ayer fue la plaza.

La plaza estaba oculta entre un grupo de edificios. Era un lugar de reunión de fin de semana. Tenía dos bares, y la parroquia se sacaba las bebidas fuera cuando hacía buen tiempo. También había una tienda de reparaciones de calzado, una droguería, el primer videoclub. Los chicos merodeábamos por allí a menudo, y cuando fuimos un poco más mayores, íbamos al bar, a jugar a las máquinas. Hoy no hay nada, es espeluznante. ¿Ya eran así de viejos y pequeños los edificios en esos años? El barrio se encoge como un anciano acechado por una enfermedad lenta. Parece que espera que todos se vayan para que una apisonadora enorme se lo lleve todo y un nuevo barrio venga a ocupar su lugar.

miércoles, 12 de marzo de 2008

En mi hora más oscura

Cuando nos conocimos me estaba deslizando en una ligera cuesta abajo. Me dirigía a un lugar desconocido y tenebroso, iba camino de convertirme en otra persona, acomplejada, con barreras interiores muy sólidas. Mirando con la perspectiva que da el futuro que ya es presente, aquello tenía mala pinta, aunque en aquel momento no me lo parecía. Pero las bases en la que se iba a construir mi personalidad definitiva eran la duda y la incapacidad; era ese momento crítico de la vida en el que el molde del ser humano final se está aún cociendo, en el que caben aún dar un par de martillazos antes de lanzarte al mundo salvaje, al torbellino en el que ya no hay tiempo de parar, y en el que cambiar es mucho más difícil.

Toqué fondo allá en Albión, donde al final sentí las grasientas zarpas de mi inseguridad crónica, a punto de amotinarse y soprepasarme. Se estaba convirtiendo el cocimiento en un esperpento excéntrico. El borboteo de esa olla hirviendo que es la adolescencia tardía desprendía un olor desagradable, fruto de haber puesto al caldero al fuego demasiado tarde, de haberme saltado un par de cursos en la escuela de ser hombre. Aquella noche que solo yo recuerdo y que fue un aviso tragicómico, un poco falso quizá, una sirena que anunciaba crisis, me sigue helando un poco por dentro tantos años después.

Te conocí ese mismo año. Tuve unos momentos de dudas algún tiempo después, una nueva absurda crisis, de la que solo puedo reirme hoy, con esa risa que no ríe ni suena; pero algo iba cambiando. Gracias a ese sólido agarre que había aparecido en algún lado, invisible, ese dolor inicial iba a convertirse en madurez. La madurez es la solidificación de ese guiso antes mencionado. No significa ser mejor, significa conocerse. No quiere decir ser más seguro, significa saber sortear el terreno resbaladizo. Para llegar hasta ahí, tiene que haber un misterio que le de sentido. A veces viene en el envoltorio con el que nacemos, a ver viene de vete a saber dónde. Los seres más débiles necesitamos ayuda externa.

Tu confianza, tu fé en mí cuando ni yo mismo sabía quién era; tu amor, en definitiva, cuando yo no me quería, me han hecho el pequeño tipo que soy. Todo lo que hay por aquí te lo debo. A los demás que intentáis descifrar este críptico y extraño texto, sabed que yo soy la invención y la criatura de otro. Por eso mañana es un poco un gran día, porque reconozco la verdad que nunca he reconocido, y es que no soy nada sin tu ayuda.

lunes, 3 de marzo de 2008

Las elecciones

Otra vez unas elecciones. Hasta el más entusiasta reconoce que la campaña electoral es una pamplina, que los politicos hablan de lo que nos interesa a los ciudadanos, que se subasta el dinero que nos van a dar, y los servicios de los que vamos a disponer. Desde ese punto de vista, y viendo los programas electorales, da excatamente igual quien gane porque todo lo que van a hacer es chulísimo y solo redunda en nuestro bien. ¿Quién va a decir que no a esas escuelas que van a construir, aunque no tengan competencias, a esos miles y miles de puestos de trabajo que van a crear, aunque tampoco tengan competencias (excepto las oposiciones, pero eso es trampa)? Ciudadanos, si no votáis es que no queréis el bien que estas organizaciones bienhechoras pueden hacer. Estos partidos políticos nacionales, que entre las transferencias a las comunidades autónomas, las cesiones a las instituciones europeas en política económica, y la globalización económica, tienen muy poquito margen para actuar, de repente en estos días parece que tienen un poder infinito para hacer y deshacer. Todos sospechamos que lo que marca nuestro devenir no son los partidos políticos en este moderno mundo, pero hacemos como que nos lo creemos y acudimos a votar convencidos de lo bueno que es nuestro candidato o de lo malo malísimos que son los otros.

Pero es que en el fondo todo esto es bueno. Que vivamos en un país donde podemos escuchar emisoras que critican al gobierno impunemente, que podamos decidir que gobernantes nos van a esquilmar, a qué grupos de presión vamos a favorecer, es bueno. Las otras tres cuartas partes del mundo sueñan con poder hacerlo algún día, cada día mueren personas luchando por estos derechos, nuestro país está construido con la sangre de héroes que han muerto por ello. Ahí está la ironía. Este asco de política que nos rodea es lo mejor que nos podría pasar. Que el día 10 de marzo ya no se acuerden de ti ni de mí, es beneficioso. Lo contrario es el infierno.

Pero los que ya hemos crecido teniendo esto asegurado y como gratuito, los que no hemos vivido la otra cara, no nos sentimos satisfechos y queremos más. Queremos que democracia signifique algo más que cada 4 años lancemos un voto y luego nada. Que tengamos que votar un pack de políticas, sin poder decir cuáles nos parecen apropiadas y cuáles no. Algunos creemos que debe haber un paso más. Que se nos consulte más a menudo, y que podamos decir más concretamente lo que nos parece correcto y lo que no. Una democracia 2.0. Porque ni todos los votantes del PSOE de 2004 querían las conversaciones con ETA ni todos los votantes del PP del 2000 querían la guerra de Iraq. ¿Por qué tienen que justificar sus actos, pues, en el refrendo de un electorado que se ve obligado a votar al todo o a la nada?

PS: A mi destartalado y remoto barrio, que ya conocen bien mis fieles lectores, no ha llegado siquiera la campaña electoral: ni un cartel, ni publicidad en los buzones...

lunes, 11 de febrero de 2008

La crisis

Mi querida ****, una de mis más preciadas amistades, que no sabe ni sabrá de la existencia de este blog, tiene una crisis de las que uno se debería sentir orgulloso: las relaciones con una de sus mejores amigas se están enfriando de modo paulatino. Digo lo de orgulloso, porque me da la impresión de que la fidelidad y la compañía de amigos como fuente de felicidad o de disgustos está en desuso. La causa de este desencuentro es tan estúpida que no me atrevo a contarla, (hay una pista en un post que escribí hace tiempo), pero tiene una raíz en común con otros casos que me ha tocado vivir: la irrupción de una pareja sentimental.

Haciendo cuentas, me ha tocado vivir 4 o 5 casos de amistades que se enfrían o que se rompen. En mi descargo debo decir que no he sido protagonista directo de ninguna, aunque al final me haya afectado irrremediablemente. Pero en mi debe está el no haber hecho nada por evitarlo. De todos lo casos, todos menos uno, se deben a un novio/novia nuevo que no encaja o que arrastra al otro a una vida distinta en la que no están incluidos los viejos amigos. Afortunadamente, con mi media naranja no hubo problemas y no tuve que tomar decisiones difíciles, porque tener que decidir entre los amigos y el amor que te lleva debe de ser muy duro.

Otra característica común de todas estas crisis ha sido la suavidad con la que se han producido. No ha habido escenas ni discusiones, ha sido más bien como un virus helado que invade el espacio que nos separa, un desamor por falta de riego, una apatía subterránea. En ese único caso en que el amor no fue el detonante, un día nos reunimos los afectados para averiguar por qué nuestras relaciones se habían hecho más protocolarias. No supimos la respuesta, pero la puesta en comun no evitó la gangrena y hace ya más de diez años que no nos vemos. Por eso, igual le he cogido miedo a las reuninones en las que se ventilan los problemas, porque pueden acabar en agrias discusiones, y prefiero tener un recuerdo impreciso de por qué se disolvió una amistad que saber con precisión y certeza cuáles fueron las palabras que mataron para siempre y sin remedio los lazos que nos unían.

jueves, 31 de enero de 2008

Lo

Tengo una nueva lectora, se llama Lo. Me da mucha vergüenza que conozca esta versión solemne y plasta de mí mismo. Pero en fin, como dice ella, ¿para qué leñe escribes, si no es porque quieres que la gente te lea? Pues será verdad. (Es todo un carácter, mi querida Lo., creo que hizo la mili en el mismo cuartel que M.J.)

Bienvenida, Lo. Deja tus comentarios cuando quieras, no seas como José Luis, que nunca abre la boca.

jueves, 24 de enero de 2008

Blues de un barrio nuevo (II): La soledad era esto

Tomo prestado el título de esta novela de no se quién, [Marina, ayúdame], para explicar las sensaciones que tengo cuando salgo a correr por mi barrio a eso de las 10 de la noche, entre el viento y la lluvia fina y helada. Cuesta creer que esto es Madrid: la última vez tuve que pararme a escuchar porque no daba crédito a mis oídos: había un silencio absoluto, de bosque; de taiga siberiana más bien. Vengo de un barrio donde en la noche más desolada era imposible no escuchar el ruido de fondo del tráfico, o un timbre, o alguna conversación. Lo que se llama “calma” o “silencio” en una gran ciudad es una ficción que viene a significar un nivel de ruido ambiente más bajo de lo habitual. Es como la noción de noche. Un madrileño no sabe lo que es la noche hasta que no va al campo y descubre que la noche es un estado misterioso en el que, ¡válgame Dios!, no se ve nada.

En este barrio nuevo tampoco existe la noche, pero existe el silencio absoluto, roto únicamente por la rachas de viento. Pero las rachas de viento son parte del silencio. El viento hace el silencio. Si lo oyes, es que estás disfrutando un rato de silencio. Pero no es solo eso lo que hace la soledad.

Lo que te deja mudo y petrificado es el abandono. Paso corriendo entre edificios gigantescos que aún no están terminados. Y las ventanas sin cristales son ojos vacíos, son agujeros a las tinieblas. Las moles de granito sin alma son lo que hace la soledad. Los esqueletos de los pisos a medio construir, las siluetas de las inmensas grúas que se balancean al soplo de la borrasca. La impresión de desolación es profunda. Es como un viaje a un paisaje después de una batalla, porque además hay montañas de escombros apiladas, que cortan carreteras, hay agujeros y socavones peligrosos que parece que esconden los peligros. Hay bancos y columpios vacíos que parece que alguna vez albergaron vida, pero que yo la verán jamás.

Satisface un poco pensar que alguna vez este páramo abandonado será un lugar con vida y que el silencio de pega de la ciudad llegará aquí, pero como siempre, y es que, como ya comenté en otro post, soy un experto en el arte de echar de menos, añoraré estas carreras nocturnas de merodeador entre los escombros de una ciudad que fue y que indefectiblemente será.

martes, 15 de enero de 2008

La barrera invisible

Hace ya bastantes días, le hicimos pasar al pequeño H. una dura prueba: le destronamos de su cuna y le acostamos en su primera cama. El resultado fue bastante catastrófico. Del niño tranquilo y dormilón ha pasado al temeroso, al rebelde, al que te dice claramente “no” cuando toca irse a la cama. De repente, quedarse solo en una habitación oscura se ha convertido en un problema y cuando se despierta, la casa es un lugar enorme y misterioso.

Nuestras vidas están rodeadas de símbolos y de metafísica fácil para aquel que está dispuesto a observar y a perder el tiempo pensando. Pero la metafísica infantil es especialmente transparente. En este caso, la barrera invisible que protegía a H ha caído y los terrores del mundo penetran fácilmente a través de la noche en las profundidades de la camita. Unos simples barrotes de madera, cuya función es impedir salir, eran para él un domo de protección que mantenía al mundo y sus demonios fuera. La protección ha sido derribada y la noche y sus enigmas se han hecho dueño de la habitación. H. se siente vulnerable. Su principal demonio, con todo, es la soledad. Es desolador oirle llorar cuando comprueba que se ha quedado solo. No entiende que muy cerca, a través de la negrura, están sus padres vigilantes. No se acuerda de los interruptores y las puertas, que él maneja a la perfección cuando es de día.

El miedo que siente Héctor es atávico, es primitivo. Es el miedo del neandhertal al animal de horrorosos colmillos que acecha fuera de la cueva. Es el miedo a la lucha en solitario, al desamparo. Cuando sea mayor el mundo le seguirá dando miedo, porque nuestra vulnerabilidad y los peligros del mundo siguen ahí, y nuestra lucha contra el abandono y la soledad continúa. Pero encontrará nuevas y más resistentes barreras invisibles que lo protejan ficticiamente, como los escuálidos barrotes de su añorada cuna.