viernes, 26 de febrero de 2010

HeLa

En 1951 una joven negra de nombre Henrietta Lacks ingresó en el prestigioso John Hopkins Hospital en Baltimore, USA, donde se le diagnosticó un cáncer cervical. Durante el tratamiento, los cirujanos extrajeron una muestra del tejido canceroso, que mandaron analizar, todo ello sin el permiso de la paciente. La joven murió pocos meses después, pero la muestra sobrevivió... hasta nuestros días. Fue el primer tejido humano cultivado en laboratorio, donde ha dado muestras de una vitalidad sorprendente. Las células de esta línea celular, conocida como HeLa, han sido, entre otras "hazañas", enviadas al espacio, infectadas con tuberculosis, bañadas en radiación. Han ayudado a desarrollar la vacuna de la polio y medicamentos contra el Parkinson o el SIDA, por nombrar algunos ejemplos.

Los descendientes y familiares de Henrietta Lacks eran tan pobres que nunca se enteraron ni por supuesto se beneficiaron de todos estos avances, y probablemente cuando enfermaron en el país de las oportunidades, no pudieron asistir a ninguno de los prestigiosos hospitales que jugaban con las células de HeLa. No voy a hacer demagogia sobre la falta de ética de las empresas de la salud, o arremeter contra el sistema estadounidenses: el ansia de obtener mejores productos que el vecino ha dado como resultado el increíble avance de las ciencias médicas en el último siglo, pero no se puede pasar por alto historias de tan bajo calado moral como ésta, o como la de aquella farmaceútica que intentó patentar el código genético de toda una población inmune a no se qué enfermedad.

La historia tiene el lado bonito: el cuerpo inmortal de una olvidada mujer negra que se resiste a morir, y que sigue dando frutos después de tantos años; o la ironía inconcebible de que el implacable agente auto-destructor que segó su joven vida, sea más valioso para el futuro y para el resto de nosotros, que aquella desconocida e involuntaria mártir de la humanidad.

martes, 16 de febrero de 2010

La hora de las despedidas

En el trabajo, a la amistad no elegida de tus compañeros se añade otro elemento, que son los cambios, todos buscando nuevos horizontes, otros aires, progresos, más dinero. Aquí donde yo estoy, se está convirtiendo en una mala costumbre despedir gente constantemente. Un par de ellas me han dolido especialmente, porque el roce diario hace costumbre, y la costumbre hace afecto. Si estas despedidas han sido especialmente emocionantes, no quiero pensar lo difíciles que serán las jubilaciones, que tienen más de definitivo, de cierre y abandono de una forma de vida.

Con mi amigo José Luis he tenido algunas de las más interesantes conversaciones desde que estoy aquí, y echo menos sus buenos modos de conversador sabio, que sabe echar el freno, acelerar o derrapar cuando conviene. Me han quedado muchos temas en el tintero, apenas hemos hablado de libros, no he logrado convercerle de la utilidad del título uniforme, y de que en esto de las películas y la música, el todo gratis no puede ser. Un tipo cálido, cercano, un buen mozo que me ha enseñado el arte de las camisas.

Con Silvia, a la que despedimos multitudinariamente ayer, y que por lo tanto me pilla más en caliente, he observado hoy, el primer día después, algo inaudito. No podíamos sospechar el socavón que ha dejado, andábamos hoy con el apesadumbramiento del que no sabe por dónde se va a continuación. Y es que nos ha regalado a los que nos preciamos de ser sus amigos cinco años de un cariño discreto e invisible, que nos hace ahora tambalearnos, como si nos faltara una muleta.

A ellos dos, gracias por todo. Aquí estamos, esperando nuevas despedidas.

sábado, 6 de febrero de 2010

Otro poemilla

A ver si os gusta:

Si no os hubiera mirado,
no penara,
pero tampoco os mirara.

Veros harto mal ha sido;
mas no veros peor fuera;
no quedara tan perdido,
pero mucho más perdiera.
¿Qué viera aquél que no os viera?
¿Cuál quedara,
señora, si no os mirara?


Delicioso, ¿no os parece? El pobre tiene un amor desafortunado que le tortura, que no conduce a nada. Pero concluye a su pesar que mucho peor hubiera sido no haber sentido nunca ese dolor. Es de Boscán, tiene unos 400 años.

lunes, 1 de febrero de 2010

100 entradas de La hora de Richi

¿Quién lo iba a decir hace ya dos añitos y pico, cuando aún no existía (creo) Facebook o Twitter, y unas cuantas compañeras empezaron a escribir sus ocurrencias en la Web, para que todo el mundo las viera? Así empecé, casi sin querer. Poco, muy poco, pero siempre he estado escribiendo. En mi tierna juventud, poesías (hoy perdidas, lamentablemente), mucho antes, comics (también perdidos, ya lo conté por aquí). También escribí algún cuento (sí, también perdidos, algunos), y ahora al fin encontré mi sitio en "la nube".

El blog ha podido dar salida a un reprimido deseo, algo autocomplaciente, de sobre-exposición, de dar a conocer un supuesto lado oculto, que las convenciones y el ritmo de la vida diaria no dejan salir. Aún no sé cuánto hay de cierto en esto, pero lo cierto es que me gusta contar estos pequeños brochazos de lo que hay detrás de lo cotidiano. No creo haber escrito nada que sea especialmente novedoso o arriesgado, pero sí agradezco el poder tomarme el tiempo que se necesita para contar algún detalle o reflexión, tiempo que, ahora sí, no se tiene en una conversación normal.

Hay muchos otros posts nunca he escrito, por pereza o indecisión, que siguen por ahí; a veces están días revoloteando y nunca salen a la luz, y en cambio escribo otros llevados por un instinto momentáneo.

En fin, seguiré escribiendo, si no os molesta. Pero quiero agradecer eso sí la paciencia y la dedicación de mis pocos y cariñosos lectores. A Marina y a Maite, por sus puntuales comentarios (da mucho calor que te escriban), y también a Blanca (la fundadora, ¿o fue Marina?), a Silvia, a José Luis, Alejandra que también me han dejado notitas adorables; y también a Lola, que nunca ha escrito, pero sé que me lee y me estima; a Mónica y a Rafa, lectores recientes y callados, por ahora. Y a Amalia, que me tiene en su barrita de vínculos, siempre presente. Y a los que quizá me lean y no conozco. Y a los que vengan, bienvenidos.