martes, 26 de junio de 2007

Mírame

Al fin te he dicho de la existencia de este blog, del que tantas dudas tengo de informar a mis amigos más cercanos, familiares y sobre todo a ti. Me has dicho que te da vergüenza mirar, que es como espiar, que es como mirar mi diario.

He tenido muchas dudas, pero creo que ya no las tengo. Este blog existe para ser mirado, para gritar que vive y late. Y solo tú vas a saber mirar hasta lo hondo, solo tú sabrás unir los puntos. A ti te entrego esta última parcelita que me quedaba por entregarte y de la que siempre has estado un poco celosa. Este bastión de la intimidad, esas luces oscuras que me crees ver en los ojos. No soy mucho más de lo que aparento, pero aquí está, esto es todo. O quizá no.

viernes, 22 de junio de 2007

Leo

Nunca podré ser como Leo es para H. Le acabo de dejar con él en su cuna. El pobre H está malito y no se separa de Leo en todo el día. Cuando le acerco a la cuna, se ríe y se deja caer para abrazarle como nunca me ha abrazado a mí. Sus primeros besitos fueron para él. Esas palabras y grititos que se oyen en su habitación a veces antes de dormir, son Leo y H cuchicheando, contándose sus secretos.

La naturaleza de su relación y los sentimientos reales que H siente hacia su muñeco me intrigan. A su manera, le quiere más que a mí. Si está con él, no puede pasar nada malo. Yo no puedo competir con su pelo suave, con su eterna sonrisa y su pequeño tamaño. Bueno, a veces estoy un poco celoso, qué demonios. Aunque yo también le quiero mucho, a Leo. Otra cosa me intriga, ¿por qué le eligió a él de entre todos los muñecos?

Yo también tengo sueño. Me voy a la cama. Yo también tengo un osito que me espera, de piel suave, de eterna sonrisa y de pequeño tamaño. Chúpate esa, Leo.

martes, 19 de junio de 2007

En un mundo desconocido

Hace mil años, comencé mi andadura profesional en la industria farmacéutica. De aquella loca etapa guardo buenos amigos que veo una o dos veces al año. Me encantan estas reuniones en las que me cuentan de sus agitadas vidas. Muchos de ellos son hoy directivos en la empresa privada, y sus vidas profesionales están llenas de vivencias, responsabilidades y proyectos que a mí me son totalmente desconocidos. Además, algunos viven y trabajan en el extranjero o viajan muy a menudo.

Disfruto como un niño que lee cuentos de piratas en un desván cuando la conversación gira en torno a cómo son los procesos de fusión de empresas, cómo es de diferente la vida en Londres o Lisboa a la nuestra en España o cuáles son las novedades en gestión o en el mundo empresarial en general. Aunque no tengo la ocasión de hablar de ello casi nunca, sí me interesan esos temas y sigo con moderado interés tendencias y corrientes actuales. Este fin de semana último, por ejemplo, la conversación giró en torno a los aeropuertos: cuáles son sus preferidos, qué engorros son los más habituales; yo estaba entusiasmado, no paraba de hacerles preguntas.

Ya después, camino a casa, o de vuelta a mi trabajo al día siguiente, siempre tengo la sensación de vivir en un mundo aparte, en otro universo, con esa cosa irreal y ficticia que tiene el ecosistema laboral de la administración pública. Me cuesta unos días volver a aclimatarme a nuestro modo de pensar, de vivir. Durante unos minutos, he echado un vistazo a un mundo distinto, muy dinámico, con reglas de juego desconocidas para mí. Sé que ese mundo tiene también su parte de irrealidad, y que es mucho más prosaico y duro de lo que aparenta. Y también sé que yo no estoy hecho para ese mundo, que me perdería y que no sabría luchar las batallas que ellos libran cada día. Pero me siento igual, igual, igualito que el niño que acaba la novela de piratas, y tiene que volver al colegio real de todos los días.

lunes, 18 de junio de 2007

Agua

El hecho intrascendente y cotidiano de la comunicación hablada es uno de los momentos más importantes en la vida del individuo. La palabra, escrita o hablada, nos da acceso a una profundidad en las posibilidades de comunicación que los sentidos o los gestos no proporcionan. He podido presenciar recientemente cómo el descubrimiento de este poder provoca en el individuo que lo experimenta por primera vez una alegría derivada probablemente del enorme campo de posibilidades que se le aparece.

H sentía algo en su interior, y de forma casual, en un acto de intuición, balbució “Agua” o algo parecido, sin esperar probablemente reacción alguna. Cuando al momento tuvo entre sus manos su biberón, no pudo menos que soltar una carcajada y repetir varias veces la palabra antes de beber. Había descubierto el enigmático hecho de que la palabra se relaciona con un objeto, y de que su enunciación, de la forma y a las personas adecuadas, provoca una reacción, hasta entonces sólo conseguida con el llanto. Fue como contemplar en casa el "milagro" de Annie Sullivan y Helen Keller. Como en aquel famoso caso, H conocía las palabras, y las repetía en su lenguaje, sin finalidad ninguna. Pero fue sólo en ese momento cuando hizo la relación que une el mundo interior y el exterior de forma indisoluble y misteriosa. Se le ha abierto para siempre el camino hacia el aprendizaje, la reflexión, la imaginación, la trascendencia; ha descubierto la herramienta que derriba imperios, que conmueve, que subleva, el arma subversiva y a veces dolorosa que construye y destruye. Felicidades, cariño. Y esto no ha hecho más que comenzar.

lunes, 11 de junio de 2007

O. P.

Como cada vez que he ido a la sección infantil de un hospital, ésta última me ha vuelto a pasar. En esta ocasión pasé al lado de la sección de Oncología Pediátrica. Hasta ahora sólo había leído los carteles con flechas que anunciaban cómo se iba allá. Pero esta vez pasé al lado; primero vi el interior, del que nada me llamó la atención. Colorines en las paredes, algunos juguetes, una especie de sala de espera. No me detuve a echar un vistazo. Ya cuando pasaba fue cuando reparé en el cartel de encima que anunciaba la entrada.

De nuevo me golpeó la misma sensación que había experimentado en otras ocasiones. Lo primero, perplejidad, asombro de que exista una sección con ese nombre, para tratar esos casos, pocos casos supongo, de la enfermedad innombrable atacando a los más débiles. Al cabo, la sensación de negrura, de rabia, de incomprensión de cómo una enfermedad de ese tipo, que parece indicar una avería interna de una máquina que ya está cansada, destruyendo por dentro a un mecanismo en ebullición y que se gusta a sí mismo en su funcionar diario. Porque la primera impresión que recibo cuando me entero de algún caso de estos en alguna persona más o menos cercana, o personaje popular, o lo que sea, es buscarle una explicación tranquilizadora: era ya muy mayor, comía demasiada grasa, hacía poco ejercicio, fumaba mucho, lo que se me ocurra. ¿Pero cómo ubicas un caso en un niño?

Y luego está sensación que se repite en otras circunstancias, una sensación muy física, de poder ver el camino que conduce al abismo, al infierno, poder tocar y luego huir el sendero vertiginoso a los pozos, a esos horrores cotidianos que nos rodean y que sabiamente olvidamos constantemente. Están ahí, no nos tocan, conocemos por dónde se va, pero pasamos silbando y de puntillas.

jueves, 7 de junio de 2007

Del pudor vengativo

El primer atropello flagrante de tu intimidad, el decoro, la propia imagen, y todo eso, es la ecografía. El señor o la señora ecógrafa es un impúdico paparazzi que tiene una cámara que para sí lo quisieran los del diez minutos, que te mira tan adentro como nadie el resto de tu vida lo volverá hacer. Te mirarán con desprecio, de arriba a abajo, con curiosidad, con desconfianza, con envidia, con interés, con asqueante lascivia, interrogadoramente, con súplica; en todos los casos, desearían ver qué tienes por dentro, en la cabeza, en el alma o bajo la ropa. Pero nadie llegará tan lejos como el aparato mágico que te cuenta las costillas, te mide el fémur, te escanea buscando anormalidades, te comprueba cómo te late el corazón (muchos otros querrían saberlo en el futuro: si tienes, y cuándo late más deprisa).

Pero cuando ayer llegó el momento decisivo en el que miran tus entrañas, en el que descubres tu tesoro, ese que te marcará media vida sin beberlo ni quererlo, ahí dijiste no. Cerraste las piernecitas, dijiste un amniótico "no comment" , y el cotilla indecente y los padres curiosos se quedaron con un palmo de narices. Menudo rebelde nos espera, bien pronto manifiestas tu independencia, tu derecho al espacio. No sé todavía quién eres, hermos@, pero ya me caes bien.

¿Tú también?

Hoy pasé por allí y vi a José Luis resoplando. Y dijo algo así: "Al fin lo han conseguido. Estoy agobiado" ¿Tú también, José Luis? Tú no puedes, tienes que resistir. M y MJ te necesitan para que estés siempre tranquilo y chistoso, recondándonos y recordándolas que todo esto no es más que una broma. Así que tú no puedes caer. Que sea la última vez.

martes, 5 de junio de 2007

El doble adiós

El mundo de los niños está lleno de detallitos que nunca salen en los libros y que los padres olvidamos rápidamente, porque cada día es distinto y porque inmediatamente alguna nueva urgencia nos reclama. Conviene apuntarlo todo, que luego se olvida.

Cuando vas con el niño, la relación con los demás, con los vecinos, con los tenderos, con la gente que te cruzas por la calle cambia. Te sonríen, te miran con curiosidad, quizá porque les parezco joven, un padre raro e sin experiencia. Y una de las cosas que más gracia me hacen es la manera de despedirse de las personas, cuando salen de ascensor, al abandonar una tienda, al irnos del parque. Es el doble adiós. Primero viene el del niño, un adiós fuerte, con voz de niño, acompañado de gestos con la mano, con la esperanza de que el niño les conteste o les sonría. Y luego, en el último momento, cuando parece que la despedida ha finalizado, levantan ligeramente la cabeza, y dicen un breve "hasta luego" o un adiós muy bajito y breve. Ese es para mí. Es la misma palabra, pero en un idioma distinto. Una despedida a dos niveles, quizá por disculparse, por que sube un poco el ridículo que hacemos al dirigirnos a un niño, y adoptar unos gestos y una voz que, aislados, serían impensables en una persona normal. Y así que lo corregimos con ese "adios" adulto y grave, que nos recuerda que el resto es pantomima, es gracieta, pero que seguimos siendo adulto. Quizá sea un rastro de vergüenza. Bueno, no sé. Adiós, adiós.

sábado, 2 de junio de 2007

Leroy Merlin

Voy a despedirte y te acompaño hasta el garaje. La plaza es un infierno, hay que hacer muchas maniobras, la salida está en cuesta, y aún no nos hemos hecho al coche nuevo, se cala. Aquí estoy, con el peque en brazos, y te vemos marchar. Jugamos a decir adiós moviendo mucho la mano, para que él nos imite y diga ese "diooooo" que tanta gracia nos hace. Te vuelvo a decir que lleves cuidado, que tienes otro peque en el vientre.
Y allá te vas, la puerta del garaje te devora, Leroy Merlin te reclama, Carrefour vendrá después. Dichosas ofertas, dichosos productos, que te quitan de nuestro lado, que dejan esa puerta del garaje abierta para que entren los fantasmas.
Y entran, sólo un segundo después de que ya no nos veas, y me susurran, y me hablan de la catástrofe, del desastre, de lo largo del viaje, de los coches. Y es una locura, yo sé, pero en el parque con el niño, no estoy ahí, estoy espantando con la mano los dichosos fantasmas, que me reconstruyen el mundo sin ti bruscamente, que me muestran un futuro imperfecto, improbable, en el que estamos solos. No puedes no ser. Ahora comprendo terriblemente bien esos momentos en que me miras y me dices con ojos muy serios y muy tontos que mi hijo me adora, que no me puede pasar nada. Y tu. ¿Y si te vas? Y te llamo al móvil, y estarás conduciendo, estará apagado el sonido, y no lo debes oir, y pasa otra hora. Y la tarde y la luz se hace como acuática, acolchada, y el perro negro sigue merodeando. Y acabaría contigo si pudiera cuando descubro que el dichoso teléfono está en casa, y entonces estoy en el desierto llamando a gritos.
Y al fin vienes, y hablas de atascos, ya todo acaba, todo sigue igual. Maldito seas, Leroy Merlin, Ikea, atractivos pozos de fantasmas y de miedos. ¿Es que no sabéis que las familias viven asediadas por el miedo?

viernes, 1 de junio de 2007

¿Qué es esto?

Yo no acabo de tener claro para qué las personas crean un blog. No es un diario, en un diario te puedes meter impunemente contra tu vecino, en un blog, no: ¡mira que si llega a leerlo! Yo lo creé diciéndome que era para mantener un registro de mis cosillas, esas ideas que se te ocurren, qué te ha parecido tal película o libro, porque luego gusta acordarse de esas cosas. Muchas veces pensé: "Esa película me gustó, pero no me acuerdo por qué". Y da rabia. O esa frase genial de la que luego nunca te acuerdas. Como excusa, debo reconocer que está bien. Pero, ¿por qué en Internet? ¿Por qué no en mi ordenador, en un bloc de papel normal y corriente? ¿Por qué en el fondo quiero y deseo que haya personas que conozco y que no conozco, que vengan y lo lean y hasta opinen? ¿Qué diantres me importa a mí que alguien esté de acuerdo o no en mi opinión sobre un libro? Mejor, ¿qué le importa a nadie lo que yo piense de nada?

Le he dado vueltas desde hace mucho, desde que empecé a escuchar a acerca de blogs, y myspace y sitios de esos, y siempre pensé que yo no, nunca iba a cometer ese acto de narcisismo. Hay gente por ahí que lleva vidas interesantísimas, que hace muchos viajes, tiene trabajos curiosísimos, o simplemente que tienen persamientos complejos o escritura brillante, pero yo no me veo en ninguna de estas categorías. Pero entonces vi los blogs de mis amies Blanca y Marina, y son sitios sentidos y cálidos. Se dejan mensajes, se hacen bromas. Se ven todos los días, comparten despacho, pero el nivel de comunicación es distinto, la cara que muestran en sus posts, aún siendo la misma de siempre, porque son gente sin dobleces, es otra, la subyacente, la que intuyes que existe, pero que se muestra esquiva.

Así que aquí estoy yo también, dando a luz esto yo virtual y cibernético, que no sé si es real, si soy yo el que escribe o soy un yo ficticio creado para este blog. Me tomo esta andadura pues como una aventura, a ver qué pasa, a ver de qué me sirve, hasta dónde voy a ser capaz de llegar. A ver si algún día llego a saber para qué demonios he creado este blog.