viernes, 24 de septiembre de 2010

La música de tu móvil

Tengo una resisitencia natural a creer que la decoración de tu coche, de tu casa, la ropa que llevas, cómo llevas decorados tus cuadernos con pegatinas, tu bolso, y todas esas cosas accesorias pero necesarias son extensiones de la personalidad, o incluso parte integrante de ellas. Al mismo tiempo que creo firmemente que la cara es el espejo del alma para el que sepa mirar, creo que el resto son cosas que se pueden aprender o imitar, pueden estar influidas por tus compañías o por revistas, o por lo que hay disponible en las tiendas, y que, si hablan de la personalidad, lo hacen únicamente como indicador de la maleabilidad, la fortaleza o la debilidad de la personalidad, o incluso la necesidad de reconocimiento. Pero algo tan dependiente de la posibilidad o no de comprar no puede ser indicativo real de nada importante.

¿A santo de qué viene esto? A la música del móvil. Esta mañana le ha sonado a una compañera el móvil. Por su carácter de esta persona, yo esperaba algo de música clásica, o un tono de esos impersonales y monótonos que vienen con el teléfono (como el de un servidor). Pero ha sonado una estridente música electrónica o disco, y me he quedado con la palabra en la boca. ¿Será indicativo de que esta mujer tiene más vida por dentro de la que cabría suponer, y que su seriedad y atención a las formas, y a veces, su severidad en el trato, no es más que un muro o una fachada, y su verdadera personalidad está escapando por la grieta oculta de un politono?. Va a haber que prestar más atención a esos detalles que yo no consideraba, a ver si va a ser que a veces son resquicios por lo que deslumbra la verdadera y oculta personalidad de los individuos.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Irving y Auster

Acabo de terminar un par de las útimas novelas de dos escritores norteamericanos contemporáneos a los que vuelvo de vez en cuando. Hasta que te encuentre, de John Irving, y Brooklyn Follies de Paul Auster. Ellos dos son parte de una generación de autores, centrada en el noreste americano, con mundos muy distintos, pero con un cierto toque común. Ambas novelas me han parecido como emblemáticas o recopiladoras de los universos personales de ambos creadores, y me provocan ambas la agradable sensación de entrar en la casa de alguien conocido, de volver a un lugar muy querido y observar que todo está tal y como lo dejaste.

John Irving ha escrito una novela a la que encuentro muchos paralelismos con El mundo según Garp, su obra más conocida. Con abundantes referencias autobiográficas, contiene muchos elementos narrativos muy habituales en él: una familia desestructurada, la desaparición de la figura paterna, el peso constante y sigiloso del pasado, de las experiencias de la infancia, los asuntos de ese pasado no resueltos, que van a seguir siempre por ahí, y que van a salir de un momento a otro, la aparición abrupta y absurda de la muerte. Pero el tono de Irving está muy lejos de ser trágico o sentimental. Es un escritor que le encanta la excentridad, el humor y el sarcasmo, pero tiene una habilidad para, en sus monumentales novelas, encontrar un hueco para la ternura. No recuerdo haber llorado tanto leyendo un libro como con Una mujer difícil; varios de los personajes de esta novela tienen reflejo en Hasta que te encuentre.

Paul Auster sigue a vueltas, en Brooklyn Follies, con algunos de los temas que le apasionan, el azar y el destino como el más importante de ellos. El azar, absurdo, impremeditado, como mecanismo que hace girar y moverse las vidas. Los personajes suelen ser muñecos a los que las sacudidas de la vida les llevan a distintos lugares. Hay más temas aquí que son muy comunes en su obra: la atracción por el abismo y la decadencia, las relaciones familiares, el comenzar de nuevo cuando parece que ya no es posible, la búsqueda de la propia identidad y del propio espacio. Una novela optimista, en el buen sentido, es decir, no que todo sale bien porque el mundo es maravilloso, sino que, teniendo en cuenta lo brutal que puede llegar a ser la vida y el destino, la gente se sobrepone.

Ambos escritores me gustan, hablan de temas que me interesan (la relación padres-hijos, muy importantes en ambos, y que ahora por razones que todos conocéis son prioritarias), y lo hacen sin verborrea, con claridad, sin humos de autor moderno.