jueves, 27 de noviembre de 2008

El tío Luis

Mi tío Luis, Flojeras, era alto, reseco, con las orejas enormes, muy feo. Yo le recuerdo siempre temblando. No me gustaba mucho que viniera a casa o ir de visita a la suya, porque decía chistes verdes que no entendía y usaba muchas palabrotas. Además, mis padres, otros tíos, hablaban muy mal de él. Bebía mucho, y les amargaba la vida a su mujer y a su hija. Si preguntabas en qué trabajaba, siempre salía la palabra chapuzas, y chapucero, lo que quería decir que se empleaba en reformas y obras, pero siempre sin declarar, bajo cuerda. Eso era ser chapucero. Fue esa una de las muchas razones de que se llevara fatal con su cuñado, mi padre.

Era un hijo de su tiempo, un español criado en la postguerra rural extremeña, azuzado por el hambre y la miseria, una orfandad temprana, obligado a la picaresca, echado demasiado pronto a una vida cruel y despiadada. Tenía esa mezcla tan ibérica de los hombres de la época de bravura y envalentonamiento opuesto el servilismo al señorito y la cobardía y miedo a perder lo poco que se tiene. En ese punto entra el vino, la cruz de los hombres de ese mundo primitivo y tosco, que se llevó por delante a unos cuantos de mis parientes. Un vino barato y malo, un vino de hartazgo y miseria. Por su abuso, mi tío, que era en resumen un hombre insignificante y con un punto de patetismo, pero que había sobrevivido a unos años durísimos de forma más o menos decente, se convertía en una especie de pequeño demonio desagradable y un tanto perverso.

A mí me gustaban sus historias del campo y de cuando hizo la mili en el Rif, que contaba con mucha gracia. Este mes de agosto pasado, un cáncer fugaz acabó con su vida. Vivió para ver dos nietos, y su única hija, a la que hizo la vida imposible en buena parte de su adolescencia, le cuidó en su rápida y fulminante decadencia. A veces la muerte tiene ese lado de sacrificio, de redención, que cura las heridas. Su muerte y su entierro me pillaron lejos, de vacaciones. Algo reciente me le ha traido a la memoria y me ha salido este texto; que sirva despedida y que descanse en paz.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Wikipedia

Soy adicto a Wikipedia. La uso a menudo por motivos auto-didácticos y rara vez me falla. La uso también bastante por motivos profesionales y no me ha dejado casi nunca en la estacada, a diferencia de la Britannica, por ejemplo. Es un magnífico punto de partida para una investigación. Mi experiencia con el uso de obras de referencia, que no es pequeña, me dice que no tiene más errores que otras obras de uso más prestigioso, y hay que leerla y usarla con la misma prudencia que otras obras.

Uso la versión en inglés, porque los artículos en español, mal que me pese, son bastante chapuceros. Lamentablemente, me pasa lo mismo con las obras de referencias más clásicas: las españolas fallan como un semáforo en día de lluvia.

Y adoro el hecho de que te presenten un artículo distinto al día, una "portada", que puede ser de cualquier tema. Y a veces le doy a ese botón de artículo aleatorio, que es estupendo para un amante empedernido del azar como un servidor. El conocimiento por el conocimiento, porque sí, desde la vida sexual del lagarto a los neutrinos.

Soy tan fan que el otro día en el desayuno pregunté a los colegas qué les parecería que la institución en la que trabajamos participara en la campaña de donación ahora misma en marcha, como medio de mantener este experimento sociológico de primer orden. Dos personas cuya opinión respeto mucho me pusieron objeciones que parecen bien fundamentadas: de tipo legal, al ser dinero público, y otra de más calado. Decía José Luis si al intervenir una institución, el Estado, el experimento perdería su libertad, porque todo lo que toca el Estado lo tiñe, lo tergiversa, o puede dar esa sensación. ¿Qué opinais, blogolectores?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Sin título 2

Un partido de fútbol jugado bajo la lluvia es lo más cercano a lo que debía sentir el caballero en el campo de batalla. ¡Cómo se mete uno en la refriega, cómo te abandonas al esfuerzo colectivo! Después duchita calentita, cervezas y raciones. De vuelta a casa, hace una noche de perros, se levanta niebla. En la carretera se ve poco, hay que ir despacio. Si habéis leído mis últimos desvaríos, os podréis imaginar lo que sigue: me encanta conducir en esas condiciones. Un poquito de música que te apetezca (cortesía esa noche de Death Cab for Cutie), y ya está: todo va bien, todo está coordinado, la vida funciona como un reloj. Es ese angelillo blanco que ronronea en la orejita, que te dice que reina el orden, que te arropa, y te sopla polvillo de estrellas en las pestañas.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sin título

En ninguna de mis lecturas de ciencia explican dónde vive ese demonio que te sopla en el alma esos súbitos y momentáneos momentos de tristeza inexplicable en los que quieres meterte bajo la cama y esperar a que pase. Ataca cuando estás sólo, se ayuda de algún nimio acontecimiento como palanca, y de repente, el sol sale y te parece triste, pierdes el autobús y es tristísimo, sube el café y es tremendo, pasa un camión y quieres que acabe esa música, que paren esas ganas de ver algo horrible y llorar de verdad. Y cinco minutos después, el diablo verde y enano, ese trasgo grotesco se va a buscar otras orejas, y todo sigue igual y nunca pasa nada.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Dumbo

El segundo acercamiento a las películas de Disney ha sido para Dumbo. Esta película recuerdo que era la única de las clásicas que ponían en la tele gratuita (y sigue siendo, no sé por qué). De pequeño la tenía un poco de manía porque lo pasaba muy mal con el tema de la madre encerrada, o eso de que todos se rieran de Dumbo (el friki que nacía en mí no se aceptaba a sí mismo, y luchaba por integrarse un poco).

Después de verla con Héctor una docena de veces o así, llego a la conclusión de que es una película rara, la verdad. Una historia bastante rocambolesca: un elefantito con las orejas enormes (los elefantes ya tienen las orejas enormes todos, es como una jirafa con el cuello muy largo), que se salva de ser un marginado porque aprende a volar. Intentad verlo como si lo escucharáis por primera vez: un punto rarito sí tiene la cosa.

Pero es que la película esta llenita de elementos un tanto misteriosos que le dan un toque abstracto: sólo unos pocos animales parecen tener la facultad de hablar y pensar como humanos, el misterioso silencio de la madre de Dumbo y el propio Dumbo, cuando el resto de las elefantas son unas cotorras. La mayoría de los humanos aparecen con las caras sin detalle: sin ojos, cara, solo el contorno, por no mencionar la famosísima cogorza que se cogen el ratón vestido de domador de leones y Dumbo, que es un viaje lisérgico 20 años antes de Woodstock y todo aquello.

En fin, a mi chico le encanta, le impresiona eso de la madre de Dumbo en la cárcel, lo flipa con los elefantes rosas de la citada borrachera, y los payasos (que son siniestros, como todos los payasos) yo creo que le dan un poco de cosica.

Pero la música sigue siendo estupenda, eso sí.