Lo que llama lo atención del accidente es que los cambios de la vida no sean producto de la toma de una decisión, o de un proceso de reflexión y acción, sino de un minuto, un segundo, en el que tomas una decisión equivocada o que una causa externa se te cae encima y te aplasta. Lo que viene después es un juego de auto lesión. Analizas, hacia atrás, y te torturas con ello, las sutiles líneas de la vida que han llevado al accidente, y las pequeñísimas acciones que podrían haberlo evitado todo. Las razones nimias que te llevaron a cambiar de camino esa mañana, el encuentro casual que cambia tu vida y que se produce porque alguien tuvo un pinchazo. Las consecuencias que reverberan durante años…
A veces, un pequeño accidente, de consecuencias molestas pero intrascendentes, te recuerdan estas certezas siempre sabidas y nunca asimiladas. Yo no tiendo a considerar como avisos estos breves infortunios, pero si los veo como recordatorios de la sensible burbuja de jabón que es vivir, y lo vulnerable de nuestras fortalezas, y de cómo un punto de inflexión puede convertir a la semana que viene y al resto de las semanas en un juego distinto, con nuevas reglas y con nuevos jugadores.