Hace mil años, comencé mi andadura profesional en la industria farmacéutica. De aquella loca etapa guardo buenos amigos que veo una o dos veces al año. Me encantan estas reuniones en las que me cuentan de sus agitadas vidas. Muchos de ellos son hoy directivos en la empresa privada, y sus vidas profesionales están llenas de vivencias, responsabilidades y proyectos que a mí me son totalmente desconocidos. Además, algunos viven y trabajan en el extranjero o viajan muy a menudo.
Ya después, camino a casa, o de vuelta a mi trabajo al día siguiente, siempre tengo la sensación de vivir en un mundo aparte, en otro universo, con esa cosa irreal y ficticia que tiene el ecosistema laboral de la administración pública. Me cuesta unos días volver a aclimatarme a nuestro modo de pensar, de vivir. Durante unos minutos, he echado un vistazo a un mundo distinto, muy dinámico, con reglas de juego desconocidas para mí. Sé que ese mundo tiene también su parte de irrealidad, y que es mucho más prosaico y duro de lo que aparenta. Y también sé que yo no estoy hecho para ese mundo, que me perdería y que no sabría luchar las batallas que ellos libran cada día. Pero me siento igual, igual, igualito que el niño que acaba la novela de piratas, y tiene que volver al colegio real de todos los días.
2 comentarios:
Es cierto que es un mundo desconocido y también que son piratas y hasta que cuesta relacionarlos con nuestra realidad.
Pero nuestro mundo tiene también otra cara que nosotros no vemos y que puede ser tan exótica o más
Lo que pasa, M, es que estoy pasando por un breve crisis profesional de origen desconocido, pero no se lo digas a nadie,,,
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