Una de mis aficiones de mi infancia fueron los comics de superhéroes Marvel, con los que crecí y aprendí a leer. Tuve una colección bastante apreciable de tebeos, que releí cientos de veces. Hacía varias colecciones, y también compraba retrospectivamente, en el Rastro, cuando te podías llevar con veinte duros 4 o 5 tebeos tranquilamente. Los comics Marvel aportaron mucho al mundo del cómic de superhéroes. Los que había antes (Superman, Batman...) se limitaban a repetir durante cientos de números el mismo esquema una y otra vez. Marvel introdujo la evolución en los personajes, y los hizo más humanos. Los superhérores de Marvel sufrían: no llegaban a fin de mes (Spiderman), tenían grandes complejos de culpa (Spiderman, Mr. Fantástico), problemas con el alcohol (Iron Man), complejos de inferioridad (La Cosa), frecuentes problemas de identidad (Hulk) y todos soportaban el gran peso de la responsabilidad. Los lectores de sus aventuras, por descontado, sufríamos con ellos, y no sólo por el supervillano de turno, sino por ver cómo sus vidas se iban hundiendo poco a poco. Luego Marvel perdió el rumbo, y fue ampliamente superado por compañías rivales, más pequeñas pero más audaces. Y con el tiempo, abandoné su lectura.
Y por supuesto, mientras devoraba tebeos, cree mi propio personaje: el Gato Mortal. Con un dibujo pésimo (nunca fue lo mío), el Gato fue evolucionando, fue sufriendo, y sus aventuras, al mismo tiempo que los colores y los trazos, se fueron haciendo más oscuros, reflejando mis primeras neuras de aquellos tiempos. No era difícil rastrear en aquellas últimas aventuras mis incipientes problemas de incomunicación e inseguridad, miedo a la muerte, en fin, esas cosas que hacen de la adolescencia una época única, llena de vida y sufrimiento. Dejé de dibujarlo cuando me estaba poniendo bastante solemne y muermo.
Pero el Gato Mortal no ha superado su última batalla y su último villano: el expurgo salvaje, espontáneo e incontrolado de mi padre que, queriendo hacer sitio, mezcló en el mismo saco papeles viejos, apuntes, revistas antiguas, tebeos, y los tres cuadernos del Gato Mortal, perdidos para siempre. No estoy enfadado con él ni mucho menos, llevaba sin releerlos mucho tiempo, ni siquiera se me había ocurrido traerlos a mi nueva casa, pero la noticia de su irreparable destrucción me ha ocasionado un agujerito incómodo, una leve sensación de pérdida, el sentimiento de que allá lejos, hemos matado al más grande héroe de todos los tiempos.
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7 comentarios:
Estabas incubando algo, Ricardo, no cabe duda; si no fuera así habrías entendido a tu padre en su inconmensurable afán de dejar sitio y hacer orden, que quizás puede tener que ver con algún aumento ligero de sus limitaciones. Deberías estar incubando algo, porque si no sabrías que el Gato Mortal nunca muere, que los superhéroes son como el ave fenix, que renacen cada día de sus cenizas para luchar contra las injusticias y el olvido. Salud, compañero
Por dios, cómo no vas a sentirte mal... si yo perdí con 6 años un cuentecito -mi primer cuento- de 6 páginas y aún me siento mal por ese primer intelecto perdido que seguro que se emborronó con la lluvia, cómo para no llorar la pérdida de ¡3 cuadernos!
Descanse en paz, Gato Mortal.
PD: Alimentas tu leyenda, esto es un punto gordo en la historia de cualquier friki. Ojo que no te leo con lupa, sigue así que me encanta.
El caso es que algo tenía que haberme sospechado cuando meses antes tiró sin piedad la colección de tebeos.
Ah, y también tiró mis discos de vinilo. Es el peligro de la jubilació, que se tiene mucho tiempo libre.
Hola hola hola!
os leo con alegría y pena. Me da alegría porque es como veros, oiros, abrazaros. Pero me da penina porque tengo la sensación de haberme perdido un cachito de esta vida blogera tan diferente. Nunca mais!
besos a todos
Ahora que estás blandito te entiendo mucho más, y no me extraña que te lance la Palacián ese SOS tan relleno de nostalgia.
Eres tú ¿verdad?. Te quermos más Mortal, como el Gato.
Hablando de gatos mortales, creo que mi costillo ha pillado uno esta mañana. Él dice que no, que le ha dado tiempo a salir corriendo, pero el gato ha pegado un brinco que más parecía producto del golpetazo que brinco...
Y no hemos parado, para más inri (las prisas de las mañanas). ¿Somos un poco farruquito?
Amo a los gatos muchísimo, pero no exageremos, citando a mi amiga María José: un gato es un gato y un hombre es un hombre. Y como tu costilla estoy segura de que el saltyo era de gato inmortal y no de gato muerto.
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