Una de mis aficiones de mi infancia fueron los comics de superhéroes Marvel, con los que crecí y aprendí a leer. Tuve una colección bastante apreciable de tebeos, que releí cientos de veces. Hacía varias colecciones, y también compraba retrospectivamente, en el Rastro, cuando te podías llevar con veinte duros 4 o 5 tebeos tranquilamente. Los comics Marvel aportaron mucho al mundo del cómic de superhéroes. Los que había antes (Superman, Batman...) se limitaban a repetir durante cientos de números el mismo esquema una y otra vez. Marvel introdujo la evolución en los personajes, y los hizo más humanos. Los superhérores de Marvel sufrían: no llegaban a fin de mes (Spiderman), tenían grandes complejos de culpa (Spiderman, Mr. Fantástico), problemas con el alcohol (Iron Man), complejos de inferioridad (La Cosa), frecuentes problemas de identidad (Hulk) y todos soportaban el gran peso de la responsabilidad. Los lectores de sus aventuras, por descontado, sufríamos con ellos, y no sólo por el supervillano de turno, sino por ver cómo sus vidas se iban hundiendo poco a poco. Luego Marvel perdió el rumbo, y fue ampliamente superado por compañías rivales, más pequeñas pero más audaces. Y con el tiempo, abandoné su lectura.
Y por supuesto, mientras devoraba tebeos, cree mi propio personaje: el Gato Mortal. Con un dibujo pésimo (nunca fue lo mío), el Gato fue evolucionando, fue sufriendo, y sus aventuras, al mismo tiempo que los colores y los trazos, se fueron haciendo más oscuros, reflejando mis primeras neuras de aquellos tiempos. No era difícil rastrear en aquellas últimas aventuras mis incipientes problemas de incomunicación e inseguridad, miedo a la muerte, en fin, esas cosas que hacen de la adolescencia una época única, llena de vida y sufrimiento. Dejé de dibujarlo cuando me estaba poniendo bastante solemne y muermo.
Pero el Gato Mortal no ha superado su última batalla y su último villano: el expurgo salvaje, espontáneo e incontrolado de mi padre que, queriendo hacer sitio, mezcló en el mismo saco papeles viejos, apuntes, revistas antiguas, tebeos, y los tres cuadernos del Gato Mortal, perdidos para siempre. No estoy enfadado con él ni mucho menos, llevaba sin releerlos mucho tiempo, ni siquiera se me había ocurrido traerlos a mi nueva casa, pero la noticia de su irreparable destrucción me ha ocasionado un agujerito incómodo, una leve sensación de pérdida, el sentimiento de que allá lejos, hemos matado al más grande héroe de todos los tiempos.
martes, 28 de octubre de 2008
miércoles, 22 de octubre de 2008
Claustrofílico y extremófilo
Acabo de volver de la calle. Hace un frío de mil demonios. Escribo hoy para contar una de mis excentricidades. Salí hace un rato a comprar el pan. Tenía que sacar dinero, pero con la excusa del frío y de no ir bien abrigado lo ha dejado para la noche, cuando salgo a tirar la basura. En realidad, me moría de ganas de salir a la calle en esta noche de perros, en la noche oscura y en el desierto páramo que es mi barrio. No lo puedo evitar: me encanta esa sensación, la de ser el último hombre vivo o algo así. De igual modo no encuentro explicación por mi claustrofilia: me gustan los espacios cerrados, pequeños, aislados. Mi rincón favorito de la BN es un sitio en los depósitos de revistas donde se llega tras hacer unos requiebros. Allí nunca pasa nadie, hay un silencio enloquecedor, y sólo hay cajas vacías, estantarías llenas de polvo y algunas pocas revistas de poquísimo interés. Me gusta la sensación de estar en la esquina, en el último lugar posible antes del abismo. Cuando voy al mar, busco la roca más apartada para subirme, el último rincón antes del mar interminable. ¿Será por eso que me encantan las islas, que me muero por conocer la isla del Hierro o la de Pascua, o de que haya mirado viajes a la Antártida (Am. dice que ni loca, ¿alguien se apunta?)?
Este es mi caso, doctor. Una de mis lectoras ocasionales, es titulada en Psicología, y me consta que ejerce, escondida tras sus gafas. ¿Podrías decirme a qué se debe que cuando voy a la montaña, siempre tenga que buscar un momento para perderme en soledad por el bosque, si es de noche mejor??
P.D.: Una recomendación musical. Un grupo español, de esos que acaba de empezar, pero ya con bastantes seguidores, de pop-rock. Sobre todo destacable por la personal voz de su cantante. El grupo se llama Vetusta Morla, y podéis descargar su primer disco, gratis, legalmente, en su web. EL resto que han sacado los podéis comprar o lo que haría J.L., el corsario. Soy consciente de que recomendar un grupo poco conocido español no hará sino aumentar mi carácter de friki que me otorga SSS, pero qué le vamos a hacer.
Este es mi caso, doctor. Una de mis lectoras ocasionales, es titulada en Psicología, y me consta que ejerce, escondida tras sus gafas. ¿Podrías decirme a qué se debe que cuando voy a la montaña, siempre tenga que buscar un momento para perderme en soledad por el bosque, si es de noche mejor??
P.D.: Una recomendación musical. Un grupo español, de esos que acaba de empezar, pero ya con bastantes seguidores, de pop-rock. Sobre todo destacable por la personal voz de su cantante. El grupo se llama Vetusta Morla, y podéis descargar su primer disco, gratis, legalmente, en su web. EL resto que han sacado los podéis comprar o lo que haría J.L., el corsario. Soy consciente de que recomendar un grupo poco conocido español no hará sino aumentar mi carácter de friki que me otorga SSS, pero qué le vamos a hacer.
jueves, 16 de octubre de 2008
Una burbuja en mi jardín
Escucho en la radio, leo en los periódicos, en mi propia cabeza, quejas sobre el hecho de que los gobiernos salgan a salvar instituciones financieras en estado de quiebra, y desembolsar millones a costa del erario público para reflotar estas compañías. Las quejas vienen porque todos los gobiernos se han puesto de acuerdo rápidamente, y no son capaces en cambio, de desembolsar el dinero suficiente, que es muchísimo menor (ignoro cómo se han hecho los cálculos), para, por ejemplo, erradicar el hambre en el mundo, vacunar a millones de niños, etcétera. Por otro lado, también es lícito protestar porque vamos a salvar a las instituciones que con su mala actuación, mala gestión, o avaricia, nos han metido en esta profunda crisis. Todo esto es cierto.
Pero aquí ha habido una burbuja como la copa de un pino. Y las burbujas, desde el año 29, tienen un denominador común: se alimenta entre todos, es un monstruo al que se da de comer cada día, hasta que te das cuenta que no cabe en el armario, y lo metes en otro más grande. Quien más o menos ha jugado con la idea de tener un piso como inversión, de obtener una segunda vivienda, para alquilarla, y cosas así. Ya conté una vez mis opiniones sobre ello. A lo que voy. Este monstruo lo hemos creado entre todos, y el que esté libre de pecado, que tire el primer ladrillo.
Pero aquí ha habido una burbuja como la copa de un pino. Y las burbujas, desde el año 29, tienen un denominador común: se alimenta entre todos, es un monstruo al que se da de comer cada día, hasta que te das cuenta que no cabe en el armario, y lo metes en otro más grande. Quien más o menos ha jugado con la idea de tener un piso como inversión, de obtener una segunda vivienda, para alquilarla, y cosas así. Ya conté una vez mis opiniones sobre ello. A lo que voy. Este monstruo lo hemos creado entre todos, y el que esté libre de pecado, que tire el primer ladrillo.
viernes, 10 de octubre de 2008
Breves
Ya se acabaron las vacaciones. En contra de lo que se dice, las vacaciones rara vez suponen descanso. Y más, cuando se tienen niños. Así que vuelvo a descansar al trabajo. Pero un curso intensivo, un tribunal y el trabajo atrasado no me dejan tiempo ni para mirar el blog.
Los niños han empezado el cole y la guardería, respectivamente. Están cambiando cada día. Héctor está empezando a experimentar con la rebeldía y el "No quiero". A Ana le están saliendo, junto con los dientes, sus primeros sentimientos, que son transparentes: los celos, el desamparo, la alegría del reencuentro, el deseo y la frustración....
Ha empezado ya el resto de nuestra vida, que es ordenarnos la vida para ir corriendo de un lado a otro y que todo encaje, estar a una hora en determinado sitio, hacer coincidir nuestros horarios. Por la mañana sincronizamos los relojes y vivimos pendientes de lo que se retrasa el tren, de la media hora que me sobra para ir a comprar cualquier cosa. Echo de menos mis paseos desengrasantes por el Retiro, y mis rutinas anteriores. Ahora he aprendido a maldecir a la Renfe, a evitar pisotones, pero puedo leer en el transporte. Habrá que acostumbrarse.
Estoy leyendo un mamotreto de mil y pico páginas sobre el frente ruso de la Segunda Guerra Mundial. Cuando abro el libro en el tren, ya no estoy allí, estoy en otro sitio, es un viaje espeluznante, un libro que te araña y golpea, diverso, emocionante, sobrecogedor. Una experiencia necesaria. "Vida y destino" de Vassili Grossman.
Este año tu cumpleaños ha salido perfecto. Te quedaste a cuadros con el Scala Dei, que ha ganado por goleada a Nintendo y a Joss Whedon. Te salieron colorines por la cara, y la sonrisa sin sentido tardó mucho en borrarse. A ver cuando la abrimos.
He descubierto para mi sorpresa que cuento con una pequeña comunidad de lectoras anónimas y entusiastas de mis desvaríos, lo que me causa vergüencilla, orgullo y un puntín de presión en una propoción de 40%, 30% y 30%, respectivamente. Vaya este conjunto de retales dedicado para ellas.
Ah, y además la parte de la especie humana que más me gusta y más aprecio va a perpetuarse por segunda vez. Enhorabuena con todo nuestro cariño. Nos vemos en la tele.
Los niños han empezado el cole y la guardería, respectivamente. Están cambiando cada día. Héctor está empezando a experimentar con la rebeldía y el "No quiero". A Ana le están saliendo, junto con los dientes, sus primeros sentimientos, que son transparentes: los celos, el desamparo, la alegría del reencuentro, el deseo y la frustración....
Ha empezado ya el resto de nuestra vida, que es ordenarnos la vida para ir corriendo de un lado a otro y que todo encaje, estar a una hora en determinado sitio, hacer coincidir nuestros horarios. Por la mañana sincronizamos los relojes y vivimos pendientes de lo que se retrasa el tren, de la media hora que me sobra para ir a comprar cualquier cosa. Echo de menos mis paseos desengrasantes por el Retiro, y mis rutinas anteriores. Ahora he aprendido a maldecir a la Renfe, a evitar pisotones, pero puedo leer en el transporte. Habrá que acostumbrarse.
Estoy leyendo un mamotreto de mil y pico páginas sobre el frente ruso de la Segunda Guerra Mundial. Cuando abro el libro en el tren, ya no estoy allí, estoy en otro sitio, es un viaje espeluznante, un libro que te araña y golpea, diverso, emocionante, sobrecogedor. Una experiencia necesaria. "Vida y destino" de Vassili Grossman.
Este año tu cumpleaños ha salido perfecto. Te quedaste a cuadros con el Scala Dei, que ha ganado por goleada a Nintendo y a Joss Whedon. Te salieron colorines por la cara, y la sonrisa sin sentido tardó mucho en borrarse. A ver cuando la abrimos.
He descubierto para mi sorpresa que cuento con una pequeña comunidad de lectoras anónimas y entusiastas de mis desvaríos, lo que me causa vergüencilla, orgullo y un puntín de presión en una propoción de 40%, 30% y 30%, respectivamente. Vaya este conjunto de retales dedicado para ellas.
Ah, y además la parte de la especie humana que más me gusta y más aprecio va a perpetuarse por segunda vez. Enhorabuena con todo nuestro cariño. Nos vemos en la tele.
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