Ayer cuando fui a buscar a Héctor vi un afilador en la calle. A la sombrita, con su bicicleta con motor, un maletín abierto con sus limas. El hombre, mayor pero en buena forma, estaba dale que te pego sacándole el alma a un cuchillo. Una chiquilla estaba en el suelo, conversando con él; la niña llevaba uniforme de colegio y tenía el pelo largo, lo que le daba cierto aire antiguo. Fue como ver una foto en blanco y negro, en pleno barrio de Retiro. En mi barrio venía el afilador, con una moto, y tocaba con una armónica una melodía de esas que ya se te quedan en la cabeza para siempre.
Esa misma tarde, para ir desde el taller hasta la casa de mis padres, cogí el autobús 139, que hace el recorrido que antes hacía otro de los iconos de mi infancia, la pesetera. Era una camioneta en el sentido postguerra de la palabra, ya era una reliquia cuando yo era chiquitín, de color azul cielo, muy ancha, con un carraspeo en el motor muy característico, que también es otro de esos sonidos de la infancia. Tenía una palanca de cambios larguísima que acababa en una especie de caja enorme forrada de un papel pintado de colores. Otra de sus entrañables características era que las paradas no estaban señalizadas por ningún cartel, con lo que si no eras del barrio no tenías ni idea de dónde paraba ni de que existiera. Por no tener, no tenía ni número, ni nombre. Era la pesetera y punto.
Para terminar el viaje en el tiempo, tomé un tazón enorme de café con leche, de los que sólo mi madre pone, y que sabe riquísimo. Hablando de no se qué de la leche, mi madre recordó que nosotros siempre tomábamos frixia concentrada, que venía en unos extraños botes de plástico, y que había que hacer mezclándola con 3 partes de agua y removiendo después. Daba un poco de miedo, porque mi madre nos advertía de que no se podía tomar directamente, porque te ponías muy malito. Pero ese bote extraño patiforme es otro de los símbolos de la infancia perdida.
De nuevo otro viaje a mi antiguo barrio resulta en una vuelta a la infancia a través de los sentidos más básicos: sonidos, olores, símbolos.
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5 comentarios:
Hombre, la armónica del afilador es todo un clásico!! Y el grito de afiladoooooooooooooor paragüero (al menos el de mi antiguo barrio). Por el mío sigue viniendo, con su bici. Algún día le he hecho una foto.
Y de la leche, en mi casa se bebía durante una época leche fresca, que venía en bolsas desparramables que había que meter en una jarra para que se desparramara menos.
De la pesetera no sé nada...
sss
Dicen que la nostalgía ya no es lo que era, pero yo creo que cada vez nos acosa más y desde más chiquititos, porque aunque sea padre, R. es pequeño, casi diminuto.
Pero está claro que somos de generaciones diferentes, porque mis recuerdos se remontan a una lata enorme de leche condensada El niño, allá por los años 60 del siglo pasado.
Estaba hablando con una compañera que casualmente se ha criado como yo en ese barrio que oficialmente se llama de "Las Águilas" y que extraoficialmente todo el mundo asimila con Aluche.
Cuando ha salido a mención la pesetera, ella no la recordaba, he buscado en internet y he encontrado tu blog.
Me ha traido muy gratos recuerdos. Muchas gracias Richi.
Alucinante, hablandole a mi mujer de "la frixia"encuentro esto viviendo en.....panama. yo vivia al final de la linea de la pesetera donde habia un enorme deposito de agua que demolieron y fue todo un espectaculo en el barrio. Que de recuerdos
Alucinante, hablandole a mi mujer de "la frixia"encuentro esto viviendo en.....panama. yo vivia al final de la linea de la pesetera donde habia un enorme deposito de agua que demolieron y fue todo un espectaculo en el barrio. Que de recuerdos
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