Ayer, en mi nueva y aún vacía y despersonalizada casa, me asaltó en el ascensor un señor de una flamante empresa de seguridad. Abundan, en los nuevos barrios, vendedores y panfletos de estas empresas, que son un próspero negocio últimamente. Como no sé decir que no a los vendedores, porque es un oficio lastimoso, porque me dan pena, le escuché lo que me quería vender. Además, es bien sabido que a los nuevos barrios y ensanches los delincuentes llegan mucho antes que los policías. El asunto me preocupaba lo suficiente como para esucharle con cierta atención.
Así que el señor José Luis me explicó los aparatos que me iban a poner en mi casa, y como reaccionan en caso de que un caco irrumpa en la vivienda, estando nosotros dentro o no. La cosa se empieza a torcer cuando el vendedor me explica que si viene un familiar o un amigo, pues solo tengo que desconectar el chisme y así no salta la alarma y se presentan los geos.
Entonces decidí que no iba a instalar esta ni nunguna alarma. No podemos consentir que capitalicen nuestro miedo, ni que medren a costa de nuestra psicosis. Las empresas de seguridad que merodean por los barrios nuevos son alimañas que huelen nuestro temor primigenio a que una tribu invada nuestra cueva. No expongo ninguna idea nueva si digo que creo que nuestras sociedades ultratecnificadas y sofisticadas viven atenazadas por el miedo; no es casualidad ni moda de diseño que las nuevas comunidades que se construyen tengan forma de rectángulo completamente cerrado. Nuestra casa es nuestro fortín, y nos encerramos en ellas con las pistolas cargadas, preguntamos quién va y si es una cara conocida guardamos los perros y bajamos el puente levadizo. Todo esto debe ser cosa de los tiempos, pero no quiero que nadie se haga rico a costa de que el vecino sea nuestro enemigo.
Pero por si acaso, contrataremos un seguro que cubra el robo
1 comentario:
Pues figúrate en la sierra, al llegar aquí era un paseo constante de empresas de seguridad. Y es verdad, es triste que el miedo nos atenace y parece mentira, si recuerdo mis años de juventud, que nuestra vida tenga que desarrollarse entre rejas. ¡Quién nos lo hubiera dicho hace 30 años, cuando nuestros sueños de libertad! Y la gente se cree que tienes perro para librarte del miedo y a mi me crecen muchos más miedos por él. Pero ¿quién dijo miedo?. Solo cabe plantarle cara, como siempre.
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