No soy muy dado a estas cosas de los propósitos de año nuevo, porque no me los creo y porque no percibo la diferencia entre un día de un año y el siguiente que ya es de otro, pero he aquí unos cuantos propósitos personales que he pensado:
- Dejar de poner tantas chorradas en el Facebook, y leer todos los interesantes enlaces de X. Agenjo.
- Abandonar mis prejuicios hacia los dependientes del Corte Inglés; dejar de pensar que se lo tienen creído, que tienen complejo de superioridad, y que me miran por encima del hombro. No puede ser cierto, al menos siempre.
- Aprender a pronunciar al fin las palabras fauteuil, feuille y vieille.
- Superar esa extraña pereza que me inunda en ocasiones a cualquier hora del día.
- Manejar la lavadora, y mira que la hemos comprado fácil. Dejar de preguntarle a Amalia cien veces cuánto detergente debo poner, y qué es ese botoncito con una plancha.
- Hacer albóndigas sin que me acusen de fabricar armas antidisturbios. La última vez me las pidieron desde el Gobierno de Irán para no sé qué de unos manifestantes.
- Aprender a darla de cabeza sin tener 3 días dolor de ídem, poder disputar un balón aéreo sin hacer falta al contrario. Estrenar al fin mi raqueta de pádel, que ya tiene 7 años.
- Según Amalia, apreciar más mi propio trabajo, no subestimarlo. Me pondré a ello.
- Aprender a regalar pendientes.
- Decidir por fin si soy un optimista incurable o un pesimista apocalíptico.
- Dejar de hablar solo. Sé que es un objetivo inalcanzable.
A medida que se me ocurran más los iré poniendo. Permanezcan en sintonía.
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3 comentarios:
Veo que este año te has pasado con los propósitos. Yo solo he hecho uno: no hacer buenos propósitos, solo hacer cosas buenas.
Lo de la lavadora, por mi experiencia me parece lo de más mérito, no conozco a ningún hombre que sepa ponerla y no es la máquina, es lo de dentro lo que se les resiste, es decir la ropa: cuánta, dónde, cómo... son misterios insondables.
Unos propósitos de año nuevo muy curiosos. Por cierto, me agrada saber que hay otras personas aparentemente cuerdas que, al igual que yo, hablan solas. ¿Tú eres de los que habla consigo mismo o de los que imaginan conversaciones con otras personas que realmente no están?
Ambas, Maite. Hablo solo por la calle, y hago gestos. Me da una vergüenza horrible. Y lo segundo, que es lo peor de lo peor, también. Luego te sientes de lo más ridículo.
Lo de la lavadora, Marina, es exactamente eso: cuánta, cúal, cómo.
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