En un librito que acabo de terminar (Atentado, Amélie Nothomb), hay una idea muy curiosa, que os cuento a ver qué os parece. Es sobre el manido tema ese de que la belleza está en el interior, que el aspecto externo no es más que una cáscara, y que lo importante es lo que llevamos dentro. El paradigma de esa idea es el clásico relato, con sus múltiples variantes, de la bella y la bestia. La bestia se enamora, es un pedazo de pan, tierno y majete, pero encerrado en un cuerpo monstruoso, razón por la cual la superficial bella y la vanidosa sociedad lo rechazan y lo apartan.
Pero en esta historia, cuenta la escritora, hay algo que no encaja. Aquí es el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Aquí el hipócrita más grande es la bestia, que se enamora de una criatura bella a la que debería despreciar, puesto que no es más que una superficial y frívola monada que es incapaz de ver más allá del exterior de las personas. O sea, que tenemos que sentir desprecio hacia esas personas vulgares que no son capaces de apreciar el pedazo de ser humano que es la bestia, pero ella se enamora de Angelina Jolie, no por las bellas prendas que adornan su carácter, sino por su voluptuosa apariencia. !Anda ya, so bestia, vete a la feria con tus lamentos!
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1 comentario:
Si y no. Uno no se enamora de los listos, ni de los guapos, ni de los buenos. Uno se enamora de aquellos cuya química combina con la nuestra. Y aunque la química sea una ciencia, en estos terrenos está a nivel magia remagia primitivisima.
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