jueves, 13 de noviembre de 2008
Sin título 2
Un partido de fútbol jugado bajo la lluvia es lo más cercano a lo que debía sentir el caballero en el campo de batalla. ¡Cómo se mete uno en la refriega, cómo te abandonas al esfuerzo colectivo! Después duchita calentita, cervezas y raciones. De vuelta a casa, hace una noche de perros, se levanta niebla. En la carretera se ve poco, hay que ir despacio. Si habéis leído mis últimos desvaríos, os podréis imaginar lo que sigue: me encanta conducir en esas condiciones. Un poquito de música que te apetezca (cortesía esa noche de Death Cab for Cutie), y ya está: todo va bien, todo está coordinado, la vida funciona como un reloj. Es ese angelillo blanco que ronronea en la orejita, que te dice que reina el orden, que te arropa, y te sopla polvillo de estrellas en las pestañas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Vigílate esa vena tanto como la del gnomo de la tristeza, realmente puede ser aún más peligrosa, aunque a veces, no lo niego, siento al duende de la felididad tan cercano que da miedo.
Una cosa tan frágil y tan mentirosa, la felicidad...
Pero sufrir siempre no solo no mola, sino que también es sospechoso: igual que somos buenimalos somos felisufrientes, y esa es nuestra condición.
Estoy en un curso pelín aburridillo, jarll!
Me ha encantado lo de felisufriente y buenimalo!!
Yo también paso días de unos duendes y de otros. Estoy parece un circo, je je.
Ale, hola.
El anónimo de antes soy yo: Blanca
Publicar un comentario