sábado, 14 de julio de 2007
Y 34
En fin, a todo esto, de sorpresa, sin avisar, va y llega mi 34º cumpleaños. Me tuve que quedar a trabajar un poco más tarde, pero fue un buen día pese a todo. No se lo confesé a nadie, porque me daba vergüenza, pero me sentí bien.
Cualquier día de cumpleaños surge la tentación de pararse a mirar alrededor y a mirar atrás, y a mirar hacia dentro. Yo lo hice un rato, casi sin querer. Y ahora viene de lo que más me avergüenzo. Me gustó lo que vi. Me encuentro bien, en plena forma. Nunca he estado tan bien y tan en paz conmigo mismo, y me he sentido tan confiado. Me va un tanto de apuro sentirme así. Pero hace no muchos años (bueno, unos pocos sí) yo era un desastre, mi autoestima muy frágil, era un tipo pusilánime, tristón, caminando siempre en terreno resbaladizo; cualquier pequeña contrariedad o metedura de pata me sumía en una crisis de seguridad.
Me da pena mirar hacia atrás, mirarme a mí, a ese chiquillo de 20 años enfrentándose al mundo. Y hoy me encuentro bien, asentado, con un sitio, conozco mis flaquezas, los caminos que descienden. Es importante conocer dónde fallas, tener un mapa detallado de los descensos al abismo para poder reirte de ellos.
Me gustaría pensar que ya no hay vuelta atrás, que la solidez que siento por dentro va a soportar los balanceos que llegarán, porque a todos nos llegan, viene en el prospecto. Y ahora viene H. y X. detrás de mí y me siento en disposición de guiarles en la medida de lo posible hacia donde creo que hay que tirar. Y por supuesto que tengo miedo a equivocarme y a hacerlo mal, pero ya no es lo mismo.
Así es que bienvenidos 34. Me caeis muy bien, mejor que los 18, 20, 25.. Ojalá que siga así. Por supuesto que sigo queriendo cosas, como que me den de una puñetera vez mi casa, o que pueda volver a jugar al fútbol sin que este cuerpo de cristal se vuelva a romper.
¿Todo esto lo sentiré de verdad o es sólo que me voy de vacaciones al fin?
martes, 3 de julio de 2007
Elogio de la ignorancia
Quiero hacer un elogio de la ignorancia. Quiero recuperar el valor de la incertidumbre. Quiero que se valore positivamente el que alguien exprese que no es capaz de dar una opinión sobre un tema porque no lo conoce, o porque, aun conociéndolo, no puede formular un juicio porque el asunto es muy complejo. Y digo esto porque lo contrario es lo que abunda y de lo que uno se cansa. Que estoy un poco harto de escuchar tajantes opiniones sobre temas complejísimos, porque es más fácil y llama más la atención saber de todo, de cualquier cosa tener una opinión, y mucho mejor si ésta es a favor o en contra, y de paso, condenar al que opina en tu contra al abismo de los herejes.
He de reconocer que una mis convicciones más firmes es la imposibilidad de tener una firme convicción sobre algo, que no existe la verdad absoluta, que diversas opiniones son entendibles, aunque no las compartas, que el mismo aspecto se puede defender desde dos puntos de vista totalmente distintos. ¿No habéis jugado internamente a intentar defender una postura totalmente contraria a lo que normalmente soléis defender, o a justificar una acción que hace solo unos momentos os parecía indefendible? No sé si recomendarlo porque tales juegos llevan a un terreno de inseguridad algo resbaladizo.
Pero lo que quiero decir aquí es que si alguien os dice que no está seguro de algo, que no tiene suficientes datos, y le oís opinar con cautela, sin tremendismos, hay que escuchar y valorar a esa persona. Porque lo abundante es creerse en posesión de la verdad y el conocimiento. Y el hijo natural de esta postura es despreciar o no escuchar la opinión de los demás. Y esto sí es el síntoma de estos tiempos de locos que vivimos, esa sordera a lo que te están contando, porque estamos muy ocupados con nuestros trascendentes asuntos.