Parece ser que la zona de columpios de hierro donde yo iba a jugar de pequeño ya no existen, reducidos a unos exiguos y acordonados toboganes de plástico. El cole donde fue de 6 a 9 años, aquellos barracones prefabricados donde nos hacinábamos clases de 40 niños, y un enorme patio de desolación arenosa, que hoy sería inadmisible, ha quedado arrasado por un vistoso cole con un patio de cemento; el otro cole, "el de los mayores", un edificio feo, lleno de escaleras, frío en todos los sentidos, hoy es una especie de colegio para niños "especiales", aunque me temo que no tiene mucho uso, porque el patio, que era una explanada de cemento ya agrietada, está lleno de malas hierbas, su rejas descoloridas. La zona por donde iba caminando a este cole, hoy está vallada, sus terrenos pertenecientes a una instalación para niños con minusvalía o algo así.
El descampado enorme cercano a mi casa donde se disputaban épicos y anárquicos partidos de fútbol, hoy es un aparcamiento, que apenas puede contener a los millones de coches con que se ha poblado el barrio. El resto de numerosos descampados que poblaban, o que despoblaban, este barrio asimétrico y desordenado que era Aluche, que creció y se desarrolló como un jardín sin cuidar, sin ninguna línea recta, sin sentido, misterioso y genial, está todo hoy cercado, vallado, delimitado, perfectamente rectilíneo, cerebral, calculado, sin posibilidad para la imaginación y sin cabida para las leyendas urbanas, como ese misterioso túnel o tubeía gigante cerca de la estación, que nadie sabía dónde conducía, y donde cada verano se cometían horrendos crímenes o se descubrían pavorosos restos humanos, o de ritos satánicos, o lo que se nos antojara por la temporada.
Mis cosas han desaparecido, mis juguetes, mis cómics, mis discos, mis creaciones, como ya expliqué aquí, arrancados para siempre por una locura transitoria y cómica de mi padre, en una especie de inversión limpiadora del síndrome de Diógenes. Han cambiado las aceras, han pintado las casas, han cerrado las tiendas, han derribado los edificios emblemáticos, han desaparecido las personas, los actores secundarios. A veces me da por pensar que hay un personaje oscuro, metódico y retorcido que está borrando poco a poco las huellas de mi existencia.
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6 comentarios:
Yo he pasado muchas horas ordenando los restos de mi pasado, las fotos y los recuerdos, y es una misión imposible. Apenas hay tiempo.
A veces, mirando paises como Alemania o Japón que fueron destruídos en la Guerra, y países que cargan con demasiados restos de su pasado, como Italia, he llegado a pensar que el pasado es una carga de la que hay que desprenderse. Un peso.
No se trata de ninguna conspiración: no hay duda que nuestras huellas serán borradas, más temprano que tarde, por la desidia de tiempo transcurriendo...
Pero puede que tampoco importe tanto, lo único que sobrevive es lo que has vivido, Ricardo y eso durará más allá de la muerte
Mi antiguo barrio casi no lo conozco, sus tiendas (las que quedan en pie) están regentadas por asiáticos y en el patio de mi colegio además de malas hierbas crecen setas pero de las venenosas, todo un símbolo de los malos tiempos. Saludos. Borgo.
Ay Richi, como me identifico contigo... Yo para más sufrimiento vivo en mi barrio... Y a veces es una tortura no reconocer cada esquina mutada Teresa
Parece que esto es una epidemia. A todos nos van borrando el pasado
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