lunes, 17 de septiembre de 2012

La simetría de las palabras

Y ayer volvió a pasar. Qué casualidades urden las palabras, cómo se asemejan, cómo juegan, se esconden, saltan, mudan ligeramente de significado, aparecen para reírse o para ponerse serias. Pues hace ahora un par de meses que oí por vez primera la palabra claque, que, ya sabéis, es ese público que va pagado o amistado con el artista para aplaudir en los momentos concertados y arrastrar al público neutral y crítico. Pues yo nunca había oído esa palabra, aunque la persona que la nombró no diera crédito. Tan poco sabía de ella que no supe buscarla en el diccionario: clá, clac. Y va la muy tunante y vuelve a aparecer dos veces en los próximos días, en contextos distintos, por personas diferentes, sin contacto, la última de ellas en un texto escrito, que fue la que me llevó a su conocimiento, a su secreto, pues cuando la ves escrita cuando la palabra ya está desnuda.



Y esta semana vuelve a pasar. Curiosamente la misma persona que inició el asunto claque, va y dice que mi nueva bolsita para guardar el desayuno se parece al cabás que llevábamos cuando éramos colegiales. A todo el mundo le pareció muy acertada la comparación, pero que me aspen si sé qué demonios es un cabás. Un repollo en inglés, fue lo único que se me ocurría. Mis intentos de buscarla en el diccionario, imposibles. Y héte aquí que hoy aparece otra vez, en el libro que estoy leyendo, así, como burlona, como acusándome de haberla ignorado y olvidado, reivindicándose ante mí o pavoneándose, quién sabe lo que piensan las palabras de nosotros.