sábado, 26 de marzo de 2011

Los excéntricos

Los papeles del ilusionista es la primera novela que escribió Miguel Sánchez-Ostiz, hace ya unos 30 años. Entre las asuntos que trata la novela está el de la nostalgia por un tiempo pasado que no fue mejor. Los pocos seguidores que tiene este blog sabrán que es un tema que me es cercano y querido. Entre los personajes del pasado del personaje central del libro está el tío Estanislao, que vive prácticamente encerrado en la casona familiar, un destino que invariablemente repiten generación tras generación por razones diversas.

Las pocas veces que Estanislao baja al pueblo e intenta reanudar alguna de sus viejas amistades, estos hacen como que ya no se acuerdan de él, lo ignoran, le dan largas, o simplemente se mofan de él. Viajero, soñador, emprendedor de mil negocios legales e ilegales, buscador de fortuna, emprendedor de disparatados proyectos, capaz de abandonarlo todo por perseguir algún sueño pasajero que no le lleve a ningún sitio, ha fracasado en todos sus empeños. El pueblo le desprecia porque él, a su vez, ha despreciado la vida normal del pueblo: la fábrica, el campo, algún matrimonio humilde, más cuestión de supervivencia y apoyo que amor; Estanislao es un excéntrico, en su sentido más literal.

La reflexión a la que me ha llevado este pasaje es que he crecido en una familia que hubiera estado del lado del pueblo; no exagero si me defino un tipo conservador, alérgico a los riesgos, más ahorrador que liberal en el uso del dinero, poco amigo de empresas estrafalarias, que mira con asombro a esos personajes que lo abandonan todo y se van a vivir como sea, con lo puesto, al otro lado del mundo. Admirable, pero creo que yo no sería capaz, me retienen muchas cosas, y si no existieran, me inventaría otras.

Creo que algo he avanzado con respecto a mi generación anterior, a mis padres. Ellos directamente mostrarían desconfianza o quizá desprecio al que hace alguna locura, algo no razonable pero que sala a la busca de su propia vida. En el mundo en el que crecieron ellos la estabilidad era el bien más preciado, el imposible, y probablemente no entiendan que alguien deje sus estudios o un puesto de trabajo por hacerse dibujante, estudiar cine, irse a vivir a Australia, dar clases de español en China, yo qué se. No sé qué cara pondré si alguno de los míos me sale con alguna de esas, pues aunque ahora siento admiración por aquellos que han perseguido con firmeza algún sueño por lejano que me sea, tolero muy mal la inconstancia y la fragilidad.

6 comentarios:

Brujitecaria dijo...

Yo tengo una familia materna que ha emprendido mil aventuras y que en muchos casos han sido los excéntricos, los extraños...
Yo terminé la carrera y escribí a todas las embajadas del mundo, incluida la de Australia, que me respondió con una carta con su membrete de canguros... Recuerdo la emoción y el vértigo de esa carta en mi mano y también cómo me faltó muy poco para dar el paso. Debe ser que triunfó la rama paterna, que aunque procedía en parte de Cuba, tenía un perfil más apegado a la normalidad.
De estas mezclas nacemos todos

miquel zueras dijo...

Mis abuelos: uno marchó a Japón para un negocio de esponjas, el otro se enroló en un barco mercante de cocinero en la ruta Valencia-Canadá.
Mis padres conocieron la guerra y apreciaban la estabilidad. De adolescente no entendían porqué me quejaba ya que no pasaba hambre ni me caían bombas. Ahora los entiendo mejor. Cada época marca una generación. Borgo.

Anónimo dijo...

Curiosamente es una reflexión que he tenido hace poco... en una peluquería malagueña mientras el peluquero italiano me contaba sus viajes por el mundo, y que ahora le traían a Málaga por al menos unos meses... me dió envidia ese espíritu... principalmente porque yo tampoco lo tengo... paz, estabilidad y armonía...Besitos, un placer leerte de nuevo

Teresa

Ricar2 dijo...

Miquel, lo del abuelo que vende esponjas en Japón deberías contarlo con detalle en tu blog, que, por cierto, recomiendo encarecidamente a mi puñado de lectores selectos, sobre todo sus narraciones cortas. Teresa, Marina, veo que también tenéis historias parecidas alrededor. ¿Qué tal te hubiera ido por Australia, Marina?

Brujitecaria dijo...

Como aquí: a ratos mejor y a ratos peor,pero siempre en la lucha.
Pero lo que no se elige es siempre un misterio indescifrable

Anónimo dijo...

A algunas personas, en un momento dado de sus vidas, su mundo estable y conocido se les descompone en mil pedazos... Y de repente te sobreviene una necesidad incontrolable de huir y de buscar de nuevo tu sitio en el mundo, lo más lejos posible... Aún no sé si por suerte o por desgracia, yo me siento ahora así y me identifico con esos personajes ficticios y/o reales que lo dejan todo y se marchan a la otra punta del mundo.

Me alegra leerte de nuevo. Un beso,

Mae