lunes, 2 de mayo de 2011

El delito y la culpa

Mentir, exagerar o tergiversar en una declaración al seguro, no declarar el IVA o no pedirlo, descargarse un último estreno de Internet; mentir, impostar, incluso falsificar en la declaración de la renta, aparentar, buscar el truco, engañar, para conseguir ese cole para tus hijos o esa beca o ayuda. El límite moral auto-impuesto con el que necesitamos vivir parece que está seriamente dañado. Nosotros, las personas honradas, los inofensivos, los pacíficos, habitualmente pergeñamos, inventamos, planeamos, pequeñas mentiras, breves delitos, miro a mi alrededor y veo a la gente que quiero que falsea si dudarlo, que rompe la moral, la ética, la solidaridad de la conviviencia con inocentes pero lesivas irregularidades.

Vivimos cada vez más en una sociedad donde lo ilegal está por doquier; bien es cierto que nos atan bien corto, los gobiernos cada vez más prohíben, persiguen, amenazan, castigan, inventan nuevas ofensas, ya sea con el tabaco, con las fotos sacadas sin permiso, con la música de las bodas y las fiestas. Pero cada uno de nosotros estamos siendo, a diario, sin conciencia, a veces sin saberlo, pequeños criminales. Ha desaparecido también el remordimiento, siquiera a veces la reflexión, casi nadie se plantea el orden moral en el que encajar nuestros pecados y mentiras: para todo encontramos una justificación, una coartada. Las más comunes y viles son las que aluden a la generalidad del delito, a su inevitabilidad, a "si no lo hago, otro vendrá detrás y lo hará", como si el propio respeto, ese íntimo que no se publicita ni necesita demostraciones hubiera ya muerto para siempre. Otras justificaciones sí intentan darle un fondo social y político, una especie de justicia universal, o una inevitabilidad, un "me empujan a hacerlo", o creemos estar haciendo lo justo, o que nuestro daño no es tal. Revendemos nuestra casa 20 veces más de lo que la compramos, porque si no estaríamos haciendo el primo, o no podríamos dar el salto a una nueva casa, o es el precio de mercado.

Nuestros escrúpulos han muerto hasta cierto punto. Nos parece intolerable lo que roban los políticos y los cargos públicos, lo que ganan los banqueros, las maquinaciones de las multinacionales, lo que contamina el medio ambiente, el que tira un papel en el campo, el que compra mercancía robada a sabiendas, y por supuesto el atracador, el terrorista. No sospechamos que todos, a su vez, tienen una coartada, un por qué, una justificación en la recámara, un "la sociedad me ha empujado", "estoy devolviendo una injusticia o un golpe", "no me queda otro remedio", "si no lo hago yo lo hará otro", "yo solo cumplo órdenes". La culpa, el sentimiento de culpa, ha desaparecido también, se ha diluido en una sociedad enorme y compartida, está en la nube, es una culpa 2.0.

P.S.: Mirad bien que escribo en plural, nosotros, me temo que estoy en el juego, más de lo que hubiera gustado pensar, yo también he fabricado excusas, he traicionado algunos límites que no pensaba superar, que me están haciendo daño, pero que sospecho que van a pasar, olvidados, arropados, camuflados, enterrados entre el desastre moral general.

3 comentarios:

Brujitecaria dijo...

Richi, es amargamente cierto lo que dices y, bien revestidos de cinismo o de victimismo, vamos tirando con el sentimiento de seguir siendo buenos sólo porque nuestra capacidad de maldad es menor.
Pero no es una cesión gratuita, alli nos hemos dejado lo mejor de nosotros mismos. Aunque muchas maldades sean privadas

Anónimo dijo...

De acuerdo en todo, así que sobre eso no insisto. Pero creo tres cosas:
Que esas pequeñas maldades nos hacen humanos, porque ser incosistente, incoherente, débil, egoísta, etc. es también ser humano.
Que no es lo mismo no declarar el IVA de una obra doméstica que recalificar un terreno por una comisión. Se puede decir que es una cuestión de cantidad y no de calidad, y es verdad, pero no es lo mismo.
Que los mismos que hacen eso, donan sangre, educan a sus hijos, cierran el grifo y apagan las luces, dan dinero a Cáritas, a una ONG o al pobre de enfrente del súper, etc.
Dijo Terencio: Hombre soy, y nada humano me es ajeno.

SSS dijo...

Tan cierto... Y lo peor es eso, que todos hacemos algo, todos tenemos justificación, todos vemos la paja en el ojo ajeno aunque éste también tiene justificación, y como dices, hasta los ladrones, los terroristas, los asesinos la tienen. Su justificación, pero a ellos les vale.