Hay que veces que uno siente la necesidad de escribir, aunque no tengas nada que contar. No sé por qué, hoy ha sido un día normal, alegre si me apuráis, movidito, tres reuniones, una despedida a una colega que se casa, una tarde normal, con mucho frío, que ya cansa tanto frío. Y llevo todo el día escribiendo en este blog, mentalmente, sobre todo un poco. Lo que sea.
Al ir a tirar la basura, veo a un tipo con traje y corbata que llega a su casa, con cara y pasos cansados. Son las 10 menos veinte de la noche. ¿Tendrá familia? Eso es lo primero que pienso. Algo estamos haciendo mal si este tío llega a esta hora a su casa, y su mujer y quizá sus hijos no le han visto en toda la tarde. Tenía que contarlo.
Sientes ganas a veces de escribir sin objeto y sin rumbo, a ver a dónde llegas. Es un crimen sin premeditación, es terapia peligrosa. Una vez, hace ya un número algo vertiginoso de años, descubrí que estaba colado de la manera más absurda por una chica, porque estaba estudiando en la biblioteca y me puse a escribir un texto semi-absurdo, absurdo para cualquiera que lo leyera, pero claro y transparente para mí: estaba furioso, confundido y enamorado. Vaya chasco. Me gustó aquello que escribí, no estaba mal. La chica se fue, y la olvidé rapidísimamente. Quizá fue por la terapia.
Escribir es reposar. Es dejar que espese esa salsa que te ha quedado líquida. Es ordenar la casa, es rebuscar debajo de todo. Es encontrar esa foto que perdiste. Con tanto blog y tanto Facebook he perdido el hábito de escribir y no publicar, de escribir sin pensar en el que lee, de escribir para nadie, sin mentiras, sin máscaras, a pelo.
Escribir sin objetivo ni premeditación es un simulacro de suicidio, un puenting emocional, un vuelo no tripulado. Es cabalgar sin riendas, la montaña rusa. Decid eso que no os atrevéis, eso que se os atraganta, eso que teneis miedo de reconocer que pensáis a veces, ese octavo pasajero al que hacéis que no veis. Ponedlo por escrito y destruidlo, no sea que alguien lo encuentre. No sea que lo leáis más tarde, cuando hayais recobrado el sentido y la compostura.
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5 comentarios:
No puedo estar más de acuerdo contigo.
Aquí estoy. Conectada con el mundo.
Y lo bonito que es abrir esas carpetas de adolescente y encontrar, entre apuntes de mates y recuerdos tontos, ese escrito para nadie, esa carta para ese chico que te gustaba pero que nunca le diste porque te daba vergüenza...
Tendríamos que seguir guardando carpetas de esas, para reencontrarlas dentro de 20 años. Y tendríamos que seguir yendo a clase, y estudiando, que es cuando se relaja la mente y uno escribe las mejores cosas, en vez de estudiar. A mí me pasa, cuando voy a una conferencia poco interesante, se me ocurren las cosas más ingeniosas y siento la necesidad de apuntarlas.
Hablando de conferencias interesantes, ¿cuándo es vuestra cita? ;-)
Por la hora de tu comentario, o estás en casa, o has ganado la primera batalla contra el Ejército.
Pues sí, me gustaría encontrar de repente todas esas cosillas que escribí por las esquinas. Pero la jubilación de mi señor padre pudo con todas ellas. Sigh¡¡
Ah, lo de la cita. Yo debuto el 28 de abril. No te lo pierdas, será apasionante. Na, na, na, na, na, na.....
La de Pascual aún no tiene fecha. También promete ser inolvidable.
Pero la mejor es la cita alternativa que estamos preparando. Atentos a sus pantallas....
Pues yo creo que a pesar de que me gusta hacer orden, tengo un montón de cosas escritas de mi adolescencia, mi juventud y de toda mi vida, y algunas de ellas comentadas sarcásticamente por mi misma más vieja. Carne de olvido en papel (¡Cuánta libreta vieja!) y archivos en ordenadores olvidados. Como dice Menkell en "el ojo del leopardo" "se preguntó por primera vez por qué él era él y no otra persona", de ahí viene todo de ser tú y no ser otro.
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