martes, 16 de febrero de 2010

La hora de las despedidas

En el trabajo, a la amistad no elegida de tus compañeros se añade otro elemento, que son los cambios, todos buscando nuevos horizontes, otros aires, progresos, más dinero. Aquí donde yo estoy, se está convirtiendo en una mala costumbre despedir gente constantemente. Un par de ellas me han dolido especialmente, porque el roce diario hace costumbre, y la costumbre hace afecto. Si estas despedidas han sido especialmente emocionantes, no quiero pensar lo difíciles que serán las jubilaciones, que tienen más de definitivo, de cierre y abandono de una forma de vida.

Con mi amigo José Luis he tenido algunas de las más interesantes conversaciones desde que estoy aquí, y echo menos sus buenos modos de conversador sabio, que sabe echar el freno, acelerar o derrapar cuando conviene. Me han quedado muchos temas en el tintero, apenas hemos hablado de libros, no he logrado convercerle de la utilidad del título uniforme, y de que en esto de las películas y la música, el todo gratis no puede ser. Un tipo cálido, cercano, un buen mozo que me ha enseñado el arte de las camisas.

Con Silvia, a la que despedimos multitudinariamente ayer, y que por lo tanto me pilla más en caliente, he observado hoy, el primer día después, algo inaudito. No podíamos sospechar el socavón que ha dejado, andábamos hoy con el apesadumbramiento del que no sabe por dónde se va a continuación. Y es que nos ha regalado a los que nos preciamos de ser sus amigos cinco años de un cariño discreto e invisible, que nos hace ahora tambalearnos, como si nos faltara una muleta.

A ellos dos, gracias por todo. Aquí estamos, esperando nuevas despedidas.

4 comentarios:

Brujitecaria dijo...

No sé quién me dijo una vez que el secreto de la vida era aprender a despedirse, de las cosas, de los animales, de la gente a la que se quiere... Y es verdad, si uno pierde la estabilidad con los años, es por eso, porque le va faltando la estabilidad, el apoyo de todo lo que ha amado.
Es verdad que tanto Jose Luis como Silvia eran especiales, y es normal que dejen un gran hueco, cada uno a su manera... Antes de ayer tuvimos un desayuno de departamento y yo eché mucho de menos la forma de ser de Jose Luis. Y que me dices cuando llegue navidad y nadie nos escriba esos mensajes tan hermosos de Silvia...
Lo dicho, hay que aprender a vivir a sufrir como dice el bolero.

Anónimo dijo...

El grupito del desayuno (o la cuchipanda, como dice mi amigo A.) echamos mucho de menos a Silvia. Desde aquí te deseamos, una vez más, lo mejor. Besos a J.L. también.

Silvia Madrid dijo...

Snif... sacáis los colores y me hacéis pensar que me he ido al otro barrio o algo asi. Y no, pero a efectos practicos es casi lo mismo... la conversacion de un ponerse al dia telefonico o aun con cafe de por medio no es igual a la conversacion de pasillo camino de la cafeteria, del tren, de pasaba por tu mesa y he parado a saludar, de comida de 8 en mesa de a 6, de cafe con donuts mañanero... en esas conversaciones que comienzan anodinas pero terminan apasionantes es cuando conoces a las personas y llegas a apreciarlas tanto... menos mal que hemos tenido unas cuantas y han formado una buena base... no me perdonarçia el habermelo perdido. Y ahora, a mantener esa base...

Besos!!

Ricar2 dijo...

Decía José Luis poco tiempo antes de irse que se sentía como si se hubiera muerto, porque todo el mundo hablaba bien de él. Me alegra en cualquier caso que tanto él (que sé que lo ha leído aunque calla) como tú, os hayas pasado por aquí a recoger estas flores que os echamos.