Y así, coincidiendo con el 20º aniversario del inmortal London calling de The Clash, me voy a Londres.... y sin niños.
http://www.youtube.com/watch?v=lotkzHsIuoA
viernes, 27 de noviembre de 2009
martes, 3 de noviembre de 2009
Matar a un ruiseñor
Hace unas semanas, después de trabajar en "La noche en blanco", y pegarnos una buena caminata hasta donde estaba el coche, llegamos a casa cerca de las dos y media. Amalia se fue a la cama, y yo, que nunca me voy a la primera, puse la tele un ratito. Y allí estaba terminando "Matar un ruiseñor". Me quedé pegado a la pantalla, con los pelitos de punta, esperando que terminase, que saliera Boo Radley, allí, oculto tras la puerta de la habitación de Scout. Al viudo Atticus se le viene el mundo encima. Gregory Peck, en el mejor momento y en el mejor papel de su vida, sale al porche y reflexiona sobre lo que ha pasado ese día tremendo: qué hermoso es todo, pero qué difícil, qué imprevisible.
"Matar a un ruiseñor" (To kill a mockingbird", 1962), es probablemente la película más hermosa que haya visto y vea en toda mi vida. Es la entrada a un lugar mágico pero realista, a ese jardín de juegos que esconde terribles verdades, es un vistazo al despertar de la infancia a ese mundo difícil, aterradoramente hermoso que te aguarda más allá de los columpios. Es la película donde los niños son tratados con más respeto, donde ser niño no significa ser del todo idiota, donde te das cuenta de que están pasando cosas serias, pero donde la confianza en la bondad innata del mundo está intocable. ¡Qué bonito pero qué terrible es el sur racista de ese caluroso verano en Estados Unidos!. Una obra recomendable (aunque no la aprecié hasta la segunda vez que la vi), imperecedera, enorme, emotiva, que golpea, que acaricia, que susurra, una película frágil y estremecedora a partes iguales.
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