En "Watchmen", la novela gráfica de Alan Moore que, a los que crecimos leyendo tebeos de superhéroes americano, nos hizo ver lo que había detrás de esos cómics y nunca quisimos ver, el personaje de Ozzymandias es un superhéroe retirado, que ha descubierto que es mucho más rentable vivir de la imagen de superhombre y su merchandising que de jugarse la vida disfrazado con un pijama. Se siente liberado de cualquier obligación moral, quizá porque sabe que es imposible cambiar un mundo abocado a la tercera guerra mundial (el conflicto ruso-americano llevado hasta el extremo en el universo distópico que plantea esta obra), desde la calle, deteniendo al ratero de turno, o al pobre científico loco, mientras los grandes poderes a los que sirve y a los que se supone defiende se rinden ante los lobbies de las industrias de la guerra, abocados al conflicto contra el otro mundo, que a su vez tiene a sus propios super campeones. Se siente liberado de su compromiso, pero no por ello está más asqueado del derrotero moral de su país, al que ama, pero por el que se siente impotente al ver como se encamina sin lucha hacia la destrucción.
Encerrado en su torre, desde el que gobierna su imperio juguetero y mediático, ejercita su poder favorito, el del análisis. Contempla las centenares de pantallas de televisión, cada una sintonizando una cadena distinta de algún lugar del mundo. Es incapaz de saber lo que pone cada una, de escuchar todos los debates, de saber con detalle lo que cuenta cada informativo, lo que vende cada anuncio, qué es lo que pasa en cada reality. No ve eso, pero ve más allá: es capaz de descifrar el hilo conductor que une todo eso, es capaz de sumarlas, y de dividirlas, y de saber sacar en producto común, el que pone en movimiento todas las pantallas, y, a través de ellas, ve, como ningún otro habitante humano es capaz de ver, a dónde va el mundo, a qué destino inexorable le conduce el conjunto de miedos, fobias, anhelos y esperanzas que son las sociedades y que dan forma al mundo.
Recientemente he asistido a un par de jornadas sobre el archivo web, esa utopía imposible, ambición loca de bibliotecarios irredentos, por conservar todo lo que el hombre piensa o ha pensado. Nunca antes como ahora se ha tenido acceso a lo que piensa cada individuo, lo que le conmueve y lo que le subleva, nunca antes ha quedado como ahora tan patente que el concepto de sociedad es un quimera, que somos un cúmulo de excepciones que coinciden arbitrariamente, pero que al mismo tiempo, en una suma infinita e inaprensible, tenemos una conciencia común, una especie de animal nocturno que acecha en cada portal y en cada casa.
Algunos valientes se han atrevido ya a intentar extraer coordenadas comunes que saquen conclusiones de todo el océano inabarcable de datos que supone Internet. Gente que analiza, que estudia, y que sumando todas las conciencias, reales o simuladas, que subimos a este nube ya tormentosa, como este blog que ahora escribo, intentan explicar lo inasible y ver, nunca afortunadamente con la estremecedora claridad que el legendario Ozzymandias, qué es lo que nos aflige y, en definitiva, a dónde se encamina en mundo.
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2 comentarios:
Bienvenido, Cara de libro. Por primera vez yo, humilde abuelita literaria, he descubierto en tus textos alguna coma mal colocada y algún relativo discordante.
Y además no estoy de acuerdo con lo de que guardar el archivo web sea una locura bibliotecaria, no se trata de guardarlo todo, siempre habrá que elegir, pero sí guardar alguna foto de lo que es la web.
Pero a pesar de todo sigo pensando que eres una gran tipo, Ricardo, un tipo excepcional, más humano cuando se te rebelan las comas.
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