Los profesionales de la nostalgia no nos contentamos con mirar el pasado, añorando tiempos que probablemente no fueron mejores, pero sí irrecuperables y entera y eternamente nuestros. Los artistas del recuerdo ejercitamos también la nostalgia del presente, imaginándonos a nosotros mismos en el futuro recordando los tiempos presentes; tenemos un detector de materia apta para el recuerdo cuando la vemos pasar.
A mí me está pasando ahora, con mis niños, el mayor de los cuales está en trance de dar uno de esos saltos hacia adelante, a punto ya de mudar la piel de niño pequeño. Al mismo tiempo que nunca he añorado su etapa de bebés, ya siento en las carnes el dolor de recordar la etapa cándida de este final de la niñez más primeriza. Me pasa cuando veo los chavalotes, gansos maleducados y desganados, desorientados, desacompasados, eternamente aburridos; duele ver por dónde necesariamente han de pasar; lo voy a llevar muy mal.
Antes de llegar a esa etapa, tiene que venir otra, que tiene que estar a punto de llegar, en la que rechacen el cariño paterno en público, en la que no duerman abrazados sin complejos a Leo y a Suave o en la que ver pasar un tren o un avión no sea un noticia destacable. Siento ya la nostalgia lacrimosa de recordar esta vocecita que razona buscando explicaciones sencillas a las cosas del mundo, que se asombra con la boca abierta, que escucha las explicaciones de su inmensamente sabia madre acerca del funcionamiento de las cosas.
Sé que vendrán nuevas épocas con otras cosas que me mantendrán ocupado, con nuevas evoluciones, con una relación más compleja con los niños, pero añoraré la sencillez de los juegos tontos, del juego que puede dar un charco convertido en piscina o lago, de la pasión por contemplar cualquier animal, de que te obliguen a ver con ojos nuevos la realidad que la rutina o la prisa hacen que habitualmente la pases por alto.
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4 comentarios:
Es cierto que la niñez parece muy larga para los niños, pero a los mayores se nos pasa la de los nuestros como suspiro, como un rayo.
Cada etapa de la vida puede darte algo nuevo, Ricardo, y todas tiene su hermosura y sus nostalgias asociadas.
Pero H. y A. son ya tu fábricas de ternura y de nostalgia desde hoy hasta siempre
Ricardo, mi hijo Daniel empieza a hacerse mayor pero creo que todas las etapas tienen su encanto... aunque ya veremos si opino igual cuando me llegue a la adolescencia. Saludos. Borgo.
Marina, como bien dices, los peques son ya fábricas de recuerdos. No dudo, Miquel, que todas las etapas tendrán su encanto (¿la adolescencia también?), pero este momento tontorrón se va haciendo ya inolvidable e irrecuperable por momentos.
A mí me queda un poco más que a ti pero todo llegará... Y yo que soy también de tener nostalgia por adelantado, creo que también sufriré mi poquito.
Precioso post.
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