martes, 7 de diciembre de 2010

La hora de Richi

La hora de Richi nació por imitación hace ya un par de años. Sin objetivos fijos, sin un plan de acción o una línea coherente. Con el tiempo, la utilidad fue como un espacio para ir poniendo esas ideas a menudo espontáneas, vivencias insignificantes a las que se buscaban conexiones más trascendentes, pero también un hueco para esas cosas que siempre me han rondado, a las que para saber de qué se trataban les hacía falta estar por escrito, aquí en la nube. Dice JL que a veces ha tenido la sensación parecida de tener que escribir algo que en un momento le ha surgido o ha pensado. Le debe ocurrir más o menos a todo el mundo, con diferentes utilidades. JL, este es tu sitio, solo tienes que mandarme el texto.

Pero hay una trampa. También quise con el tiempo que este blog fuera un acceso a esa parte que no se muestra, a un lado si queréis más íntimo. Prueba de ello es que algunos de mis amigos más cercanos no saben de su existencia, mi santa esposa tardó tiempo en conocerlo. El hecho de tener audiencia, no obstante, deja este cuaderno a medias. Eso le ocurre a éste y probablemente a la mayoría de todos los blogs que hay por ahí. Hay una cortapisa que imponen, en primer lugar, la propia forma "literaria" que pones a tus textos, el hecho de que el cerebro está entre el instinto y las manos.

Esta misma noche un absurdo detalle me ha acabado trazando una línea que une ciertos detalles absurdos de mi vida para llegar a una conclusión algo amarga o negativa sobre mi carácter. Empecé a escribir mentalmente este post contando esa "revisitación" de ciertos aspectos fundamentales sobre mí mismo. Pero aquí estoy, hablando sobre el hecho de escribir y no escribieno lo que pensaba. He decidido, además de evitar la introspección narcisista, ahorrarme esta revisión negativa no sea que cuando lo escriba de convierta en cierta, que pueda en su momento volver a leerlo y convencerme de que es verdad, con la esperanza de que aquello que no se escribe no sea realidad.

2 comentarios:

Brujitecaria dijo...

Esto tiene el grado justo de audiencia como para no empozonarte cual adolescente en la autocompasión y en la contemplación de tu propio ombligo.
Puedes hablar casi todo, con el único límite de la responsabilidad y la educación. A mi me gusta, va a ser lo más cerca que pueda estar jamás de escribir.
Y no sé muy bien cuál es tu lado obscuro, eres pura luz y pura humanidad

Pelus dijo...

No sé si soy el JL que mencionas. No recuerdo si tuve esta conversación contigo. Pero bien pudiera ser, a mí también me gusta anotar las cosas que me pasan por la mientes antes de que se pierdan. A veces porque creo que encierran lecciones que me ha costado muy caro aprender (donde pone "muy caro", debe leerse "errores con consecuencias"). Otras veces porque porque reflejan el punto de vista y las incertidumbres de la época en que las pensé. Esto tiene su importancia porque las cosas, sencillamente, cambian. He visto cambiar a las personas a lo largo de su vida, he visto juzgar severamente decisiones que solo se ven con claridad "a toro pasado". Y siento como a veces hablamos de los antiguos como salvajes crédulos y supersticiosos, o de los niños como tontos.

Por otro lado, el problema de todos los diarios es la intimidad. Estan escritos para que nadie los lea. En la medida en que va a ser leído por amigos o extraños no se pueden contar las cosas más íntimas, como tú no cuentas lo que has descubierto de tí mismo.
Curiosamente, es más fácil sincerarse con extraños que con los propios amigos que saben perfectamente a quien te refieres.