Cuando yo tenía 14 o 15 años, los centros comerciales acababan de desembarcar en Madrid, y se podían contar con los dedos de una mano. No se parecían en nada a los que hay hoy, era el hipercor de turno y se acabó, un par de restaurantes si acaso. Los padres de mi amigo de la infancia Jose (que ya no sé por dónde anda, lamentablemente), se llevaban a sus hijos a pasar el día al centro comercial. A mí me parecía una cosa un poco horrorosa eso de pasar el día allí porque sí, una especie de esnobismo provinciano o algo así.
Pero hete aquí, 20 años después, que estoy tan contento de haber descubierto un centro comercial con muchas cosas para los niños, parques, atracciones, actividades, etc., con muchos restaurantes, tiendas en rebajas, una tienda de animales que a Héctor le encanta. Un megacentro de los que se hacen hoy, pensados hasta el detalle para familias. O sea, "¡vámonos a pasar el día al centro comercial!!". (A ver, con reservas, no todo el día, un buen rato, comemos por allí, y ya de paso miramos la ropita de la niña, la lámpara para el salón...., esas cosillas).
Moraleja de toda esta historia: nunca censures, no menosprecies, no subestimes, no te sobrevalores, no te creas por encima de nada, que el día menos pensado te encontrarás con que eres el objeto de tus propias burlas.
Por cierto, que me voy de vacaciones un buen rato, y como los superprofesionales de la construcción y la telefonía así lo quieren, sigo sin teléfono y sin Internet. Por lo que os doy permiso momentáneo para ver otros blogs. Pero volved, por favor, que no me gusta hablar solo. Un beso.
lunes, 8 de septiembre de 2008
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